Los sofistas eran maestros de retórica que desarrollaron su actividad en la Atenas democrática (siglo V ac). Detractores como Platón y Aristóteles, los criticaban por cobrar sus enseñanzas y porque “enseñaban a triunfar en política” para lo que solo tenían en cuenta la persuasión de una audiencia en asambleas políticas o juicios legales. Desplegaban habilidades para defender la eficacia persuasiva, y no la verdad, por lo que “suelen contener sofismas” (de ahí la expresión sofisma de distracción).

La transición energética es incontrovertible y necesaria, pero debe ser planificada y organizada, para que sea justa. Consultando estudiosos del tema, se identifican sofismas tras este importante tópico. Ecologistas como Bjorn Lomborg, analistas como Mark Mills, y escritores como Alex Epstein, autor de “Un futuro fósil- Por qué el progreso global de la humanidad requiere más petróleo, más carbón y más gas natural, no menos”, permiten plantear interrogantes sobre el presente y futuro de la transición.

El 20% de los niños británicos tienen pesadillas sobre el cambio climático y 57% de los adolescentes americanos están asustados, ergo, los “clima-apocalípticos” van adelante con su sofisma de que el cambio climático amenaza la continuidad de la vida en la tierra. El catastrofismo genera adeptos y muchos políticos lo utilizan para venderse como salvadores de la humanidad, chocando inclusive con principios físicos. Forzar la transición con apoyos tributarios, subsidios y mandatos irrevocables, con el fin de desplazar aceleradamente los combustibles fósiles, solo traería privación del acceso a nuevas fuentes, por sus altos precios y baja disponibilidad.

Más del 80% de nuestras necesidades de energía se atienden con la utilización de petróleo, carbón y gas natural (el más limpio de los combustibles fósiles). No tachemos a nadie de optimista o pesimista, promovamos una conversación realista, basada en hechos y datos verificables. Por ejemplo, la ciudad de Berkeley (California), fue la primera en prohibir el gas natural, medida impulsada por una concejal bajo el argumento de que los electrodomésticos modernos tienen menor huella de carbono que las estufas a gas (¿cómo se producirá la que energía con que funcionarán esos electrodomésticos?, con sol y viento no será). Tras la resistencia, sustentada, de industriales como la Asociación de Restaurantes de California (CRA), que argumentó que la prohibición era irresponsable en medio de cortes eléctricos y que su contribución era insignificante para los objetivos climáticos, los jueces consideraron que Berkeley se había excedido en su autoridad y derogaron recientemente la medida.

La transición no puede fundamentarse en leyes de forzosa aplicación sin resolver cuál será el energético que reemplace a aquel que se prohíbe. En energía no se discute la viabilidad técnica de las opciones, si no si funcionan económicamente, proveyendo energía confiable (seguridad energética), asequible (equidad energética) y sostenibilidad ambiental. Los tres vértices del triángulo denominado trilema energético, en cuyo centro están los usuarios con necesidades que deben ser resueltas.

El alcalde de la ciudad se lamentó de no poder “proteger a sus electores”, dejando ver el espectro político de sus argumentos. Protágoras, uno de los principales sofistas, lo hubiera ayudado a defenderlos con unas lecciones sobre “cómo desenvolverse en asuntos públicos”.