Desde hace muchos años se demostró la presencia del virus del dengue sobre la tierra. Fueron descritas las primeras epidemias desde hace más de 200 años en Asia, África y América del Norte. Su aparición al lado del mosquito transmisor, el aedes aegypti, ha sido marcada con muertes y otros daños en tres continentes indica que estos virus y el mosquito vector que los transporta han estado ampliamente distribuidos en las áreas tropicales durante más de 200 años. El dengue puede presentarse en forma leve, imperceptible y asintomática, o evolucionar a una forma grave, con complicaciones principalmente hemorrágicas produciendo la muerte. Ocasionado por uno de cuatro serotipos de virus del género flavivirus, la infección por uno de estos serotipos crea inmunidad o defensas de por vida solamente contra ese serotipo, por lo cual las personas que viven en un área donde el dengue es endémico pueden adquirir más de una infección por dengue en el transcurso de su vida.

Si las condiciones climáticas permanecen favorables para el crecimiento de larvas y mosquitos, y la forma de vida en grandes comunidades continúan deterioradas principalmente por las difíciles condiciones socioeconómicas, la mala disposición del agua, recipientes sin tapas, basuras y sitios de crecimiento en aumento, el virus del dengue continuará como uno de los más grandes retos de salud pública a nivel mundial, ya que unas 2,5 mil millones de personas viven en áreas expuestas al riesgo de transmisión epidémica, con una tasa de mortalidad del dengue hemorrágico en la mayoría de los países de un 5%, este porcentaje podría reducirse a menos del 1% con un manejo adecuado. La mayoría de los casos mortales se dan entre niños y adultos jóvenes.

El enfoque de buscar un tratamiento que reduzca la mortalidad por dengue no es suficiente, y solo disminuirá los casos fatales en pequeña cantidad. El dengue es un enemigo peor que cualquier otro. La falla de una vacuna para su control no nos debe alejar de dirigir todo los recursos que sean necesarios. Es la fuerza de una respuesta del Estado, involucrando los recursos de salud, administrativos, financieros, de orden técnico y toda la respuesta de una comunidad la que nos permitirá una batalla perdida desde tiempos milenarios.

Educación, preparación científica, suministros de aguas adecuados, medicamentos, eliminación de fuentes para la reproducción de larvas y mosquitos en una comunidad en riesgo alto de una nueva epidemia, se deben activar ya todas la alarmas para de esta forma y conjuntamente con las autoridades correspondientes consigamos la respuesta que nos haga sentir que de verdad hemos hecho un gran esfuerzo.