La presencia de anticuerpos en las personas infectadas o no con la covid-19, en un momento en el que la pandemia golpea a toda clase de individuos, sin diferencias de clases, razas ni religiones, se constituye en uno de los problemas de la medicina más interesantes, ya que además de la PCR, para confirmar el diagnóstico definen el futuro de personas con o sin síntomas, pero con una interpretación que debe estar siempre asociada al seguimiento clínico, al lado de otros marcadores detectados en la sangre de los pacientes. Las variaciones son múltiples, y es aquí donde no valen solamente las predicciones epidemiológicas, ni las especulaciones, científicas o de neófitos, especialistas o médicos sin experiencia en la infectología, para desentrañar la evolución pre, durante y posterior a la infección. Así, hemos visto “reconocidos investigadores”, dictando doctrina sobre algo, que esencialmente se produce diferente en cada persona, porque no hay nada más cierto en inmunología que la respuesta de cada persona a las infecciones, es totalmente diferente en cada individuo. De ahí que debamos tener el mayor respeto y cuidado para no especular como se ha visto, no sé con qué ánimos, pontificando sobre algo que como mencioné anteriormente es completamente propio de cada individuo. Sin negar la existencia de la inmunidad de rebaño o mejor de grupos, o países, esto solo se puede lograr con la suma de las inmunidades personalizadas, sucede desde los pequeños grupos familiares. De no conseguirse este efecto global seguiremos dejando grandes vacíos que volverán a ser los responsables de los futuros rebrotes, o de casos fatales aislados.

La evolución de los anticuerpos, que se marca desde el vientre de la madre, pasando por la niñez y las etapas jóvenes de la vida, llegan a su decadencia con los años, pero en forma diferente de acuerdo con las condiciones de cada individuo, y esto empieza a darnos una respuesta al porqué a pesar de ser iguales somos tan diferentes en la respuesta a las infecciones. Y esta respuesta también es diferente con los medicamentos, e inclusive con las vacunas.

Los estudios actuales de vacunas muestran que las ya aprobadas tienen la tendencia a formar anticuerpos desde un 66 a un 95%. Respuestas aceptadas para protegernos del virus, ya sea para no sufrir la enfermedad, o para no dejarla llegar a situaciones críticas. Por eso estas vacunas son tan bienvenidas y necesarias, no solamente para proteger a cada individuo, sino al mundo en general.

Solo debo dejar una advertencia al aumento desordenado y exagerado de anticuerpos que involucra daños en individuos con una mala respuesta propia, que afortunadamente son una minoría, produciéndose anticuerpos contra uno mismo, como en las enfermedades autoinmunes.

Conclusión: los anticuerpos salvan, protegen y hasta curan, son desarrollados de dos formas, con la enfermedad o con la vacuna. Como la respuesta de anticuerpos es variable en cada persona deben ser estudiados en todo individuo, mayormente durante la pandemia, pero deben ser evaluados por los médicos expertos en el área de las enfermedades infecciosas, que no en forma fácil tienen que descubrir lo que tiene cada paciente, dándole la mejor recomendación para su futuro con recomendaciones, conductas y los tratamientos, si son necesarios.

Bienvenidos anticuerpos! Solo ellos pueden salvarnos, para eso son las vacunas, cuando el incumplimiento, la desorganización y la respuesta comunitaria han sido en muchas ocasiones irresponsables, sin el cumplimiento de las medidas de protección. Desobediencia civil, para la búsqueda del daño a la sociedad, a los familiares, amigos y demás contactos, mientras los trabajadores de la salud, sector más afectado, sufre por estos malos comportamientos, que si no se corrigen, tampoco van a permitir acabar con la covid-19, aun teniendo las mejores vacunas que se han producido en la historia de la humanidad.