De no estar vivos, no conoceríamos la felicidad, ya que, no sabemos, si pueda existir después de la muerte. Solo, que para muchos, la muerte, es una prolongación de la vida, aislada de las cosas terrenales. Especular es lo único que hacemos que, como se dice, permanece uno más tiempo muerto que vivo.

Vivir para ser felices, es el principal principio de los humanos. Pero, los atentados contra la vida, no sólo los de los demás, sino, los de uno mismo, llenan el mundo de todo lo contrario, tristeza, depresión, inestabilidad, resentimiento, envidia, rencor, deshonestidad, criminalidad, y muchos más, acabando con las grandes oportunidades que nos da la vida.

Solo con abrir los ojos, podemos ser felices, como al menos lo creemos de los recién nacidos, cuando nos miran y empiezan a sonreír. Creo, que son las madres que desde ese momento inspiran a los bebés, que al recibir los cariños, los afectos, el calor y el alimento, sentimos el más alto grado de la felicidad. Después de este momento no alcanzaremos tanta felicidad, porque, no conocemos todavía la maldad y sus componentes. Dormimos bien, sin pesadillas, profundos y sin despertar hasta que nos da la gana.

Volvemos para buscar esos brazos que nos protegen y rodean en todo momento del mayor calor humano que nos hará conocer la felicidad. Pero, con el crecimiento muchas cosas pueden pasar, desafortunadamente, el abandono de los niños por sus padres y familiares, se convierte en la peor causa de tantos problemas de la humanidad. Al crecer nos volvemos una personita, inicialmente, y después, adquirimos totalmente la independencia volviéndonos lo que ya es más difícil de cambiar, seres, con una personalidad propia, que afortunadamente, es la mayoría de la población mundial, pero, dejando por fuera una gran cantidad de personas infelices, por diferentes circunstancias, condiciones sociales, pobreza, enseñanzas perdidas, confusas o equivocadas, para llegar a un pobre aprendizaje, y formación de una personalidad, basada en los malos ejemplos, que existen no solo en el hogar, sino también en las calles y, en el peor de los casos, la enfermedad, enemiga común de la felicidad.

Enfrentar la lucha de la vida, sin tener en cuenta los principios de nuestro desarrollo, es un grave error que nos lleva a tomar decisiones equivocadas, superficiales e incompletas. Estas, permiten el crecimiento de la maldad, principalmente de la criminalidad, robos, asesinatos, y planes para delinquir y dañar todo, sobre los principios recibidos en el crecimiento.

El crimen no se acabará si no lo enfrentamos en sus raíces.

Nunca podremos aceptar, la falta de la felicidad, la mala crianza o falta de una buena educación, con sentimientos contrarios a la bondad, son ligados a esta formación que nos dieron y que evolutivamente queda en las manos de los maestros, profesores, y amigos.

Ganamos muchas cosas con la vida pero, también perdemos otras, con el balance de pérdidas y ganancias, de los que dependen en gran parte nuestro estado de ánimo diario y, el futuro ensombrecido con las derrotas pero, victorioso con los triunfos.

Todo esto nos lleva a concluir que se debe empezar a controlar la criminalidad desde la niñez.