Lo ocurrido el 20 de julio pasado, durante la elección de la nueva mesa directiva del Senado, después de la instalación del Congreso de la Republica, fue la materialización del viejo refrán popular que dice “papaya puesta, papaya partida”.

Ese día el senador Gustavo Bolívar, perteneciente al sector político de izquierda llamado la Colombia Humana, quien a pesar de despotricar permanentemente por los medios y redes sociales contra la coalición de gobierno y contra los otros miembros del Senado que no pertenecen al denominado Pacto histórico, se había postulado para conformar la mesa directiva de esa institución. Ocurrió lo que tenía que ocurrir: Sufrió una humillante derrota en su aspiración a ser segundo vicepresidente del senado, ocasionada por el voto en blanco de las mayorías, generando un hecho político sin precedentes conocidos en la historia del Congreso de Colombia.

Es conocido que este senador ha tenido una forma muy particular de hacer política, que por supuesto ha incomodado a muchos, no solo en los partidos tradicionales sino también en algunos partidos de la oposición, lo que se refleja en la dinámica del Congreso. Asistió al Congreso junto a otros congresistas de partidos de oposición, con casco de minero o de constructor -similares a los que usan algunos en los bloqueos- y ondeando la bandera de Colombia al revés, en un claro irrespeto a las instituciones; aun así se enfureció porque no lo eligieron vicepresidente del senado del país cuyos símbolos desprecia.

Durante las recientes protestas el senador Bolívar reconoció que financió a grupos de la denominada ‘primera línea’ con recursos y dotación para enfrentar el control de la Policía. Algunos de sus contradictores consideran, con razón, que la Corte Suprema debe investigar su actuación frente a las marchas y bloqueos, dada su condición de congresista.

Finalmente, luego de que el partido de la Colombia Humana no quiso postular un nuevo candidato para una nueva votación, como lo exigía el reglamento del Congreso, las minorías de la oposición, con un representante del partido Alianza Verde, obtuvieron esa dignidad.

En un intento por lavar su imagen el senador Bolívar salió a decir que él no se había postulado, sino que lo habían postulado los partidos de la oposición, como producto de acuerdos políticos en los que él no participó pero que los otros incumplieron, llegando a acusar de traición, con la reafirmación de su jefe político, al partido Alianza Verde, a pesar de las evidencias de que este partido había votado por él.

Lo que si ha quedado confirmado es la profunda división que existe entre las dos opciones de gobierno que ofrece la oposición, que solo se resolverá en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 2022. Por otra parte, hasta ahora, todo indica que los partidos de derecha y centroderecha que apoyan al gobierno también van a llegar a la primera vuelta con dos o tres candidatos.

Es un síntoma de sana democracia; aunque con tantas opciones, sin que se visualice un candidato fuerte y con un programa de gobierno bien estructurado y atractivo, que cubra los temas clave y fundamentales del país, parece casi imposible que haya un ganador en la primera vuelta.

Se avecinan meses en los que habrá que afinar las estrategias para facilitarle a los candidatos con más opciones posicionarse favorablemente para obtener el triunfo final en la segunda vuelta presidencial. O para seguir dando papaya.