Puede ser mucho más fácil decirlo que hacerlo. Aunque también es claro que sólo los esfuerzos colectivos que se hacen con honestidad, dedicación y sacrificio pueden generar muchos más beneficios para la mayoría de la población. Por eso mismo, acabar la que ha sido el mayor mal endémico en la historia de La Guajira, su más intrínseca y destructiva corrupción, es y será un propósito de gran valor estratégico.

Es innegable que La Guajira ha sido un territorio de grandes y conmovedores contrastes. Dotado de una indescriptible belleza natural -que potencializan su riqueza turística-, atravesando desde tierras cubiertas por una exuberante vegetación y un intenso clima frío, hasta las más desérticas -con un enorme potencial para las energías renovables-, pasando por las muy fértiles y productivas -que sustentan las posibilidades de la seguridad alimentaria- en las que se produce hasta café de buena calidad.

Esa gran riqueza natural de La Guajira ha sido vilmente dilapidada por la tradicional corrupción de políticos y gobernantes, nativos y adoptivos. La misma que ha hecho un enorme despilfarro de ingentes cantidades de dinero, provenientes de regalías e impuestos, que han generado el complejo minero Cerrejón principalmente, y las explotaciones de gas y sal.

Desafortunadamente la corrupción se volvió una forma natural de hacer política y ha encontrado en este territorio un ambiente propicio para incrementarse. El caso más reciente y descarado de corrupción, aún en proceso de investigación, es el escándalo de los carrotanques adquiridos por la UNGRD, en el que hay varios funcionarios de alto nivel del gobierno nacional y políticos involucrados, y según afirmación del presidente del gobierno del cambio “varios cachacos se llevaron el dinero”.

Llegó al poder con la promesa de ser el cambio, pero llegaron apoyados de corruptos y con ellos intentaron gobernar. Tomaron como bandera la lucha por el agua, para salvar la vida de los niños y adultos de las comunidades wayuu, pero justo ahí robaron montones de dinero. Nada de agua para las comunidades de la media y alta Guajira, dejando desprotegidas a esas comunidades vulnerables. Solo ha servido para que esa triste realidad sea utilizada por hipócritas para reforzar con palabras de lástima sus mensajes populistas.

Es necesario un acuerdo para desterrar la corrupción, que sólo miseria, destrucción y muertes ha dejado en las comunidades. Es un propósito que se puede lograr con la decidida participación de representantes de la sociedad civil, de la empresa privada y de líderes de las comunidades con voluntad e integridad, para definir una hoja de ruta con una visión de mediano y largo plazo para lograrlo.

Los grandes beneficiarios de esta iniciativa serán todos los habitantes de las comunidades de La Guajira, wayuu, afrodescendientes y no indígenas; ellos se merecen este importante esfuerzo.