Algunos colombianos manifiestan que las marchas “no sirven para nada” y por esa razón prefieren quedarse en la comodidad de su hogar, a pesar de las evidentes amenazas en el escenario político; otros creemos que son una herramienta participativa poderosa que nos ofrece la democracia para explicitar un mensaje colectivo sobre lo que estarían dispuestos a hacer las mayorías para defender sus derechos.
La marcha de este 21 de abril es una magnífica oportunidad para protestar en forma masiva por la deficiente gestión del gobierno nacional. La pobre ejecución del Plan Nacional de Desarrollo y del Presupuesto Nacional, aprobados oportunamente y sin mayores objeciones por el Congreso, y la evidente desaceleración de la economía, sin que se haya visto su reacción oportuna con un efectivo plan de reactivación, constituyen una fehaciente demostración de su pobre desempeño.
Muchos otros aspectos merecen nuestra protesta y justifican nuestra participación en esta marcha, entre ellos: su manoseado proceso de paz total, con el consecuente deterioro de la seguridad, la reinante y descarada corrupción, el manejo conflictivo de las relaciones con los sectores políticos y los gobernantes territoriales de la oposición.
Especial mención merece el pésimo manejo de las relaciones internacionales, en el que sobresale el lavado de cara al gobierno dictatorial de Maduro frente a elecciones espurias a realizarse en el venidero mes de julio, en las que increíblemente actuará como “observador imparcial”. Sumándole a este lamentable hecho los múltiples conflictos con gobiernos legítimos de otros países, sólo por motivos ideológicos.
Otra poderosa razón que nos obliga a marchar el 21 de abril es la perentoria necesidad de responder las ambiciones dictatoriales del presidente Petro, quien en vez de ejercer sus obligaciones constitucionales como gobernante, se ha empecinado en la tarea, con claros propósitos ideológicos, de sacar adelante el engendro de un ambiguo proceso constituyente, que la mayoría de los colombianos rechazamos.
Ante los cuestionamientos sobre la ilegalidad de su propuesta ha dado algunas respuestas extrañas que han dejado perplejos a varios sectores de la opinión pública, dado que muestran su clara soterrada intención de incumplir la Constitución vigente, al afirmar que “el poder constituyente no se convoca, es el pueblo que se convoca a sí mismo”, y concluye diciendo que “la decisión de un pueblo, que es necesariamente su intervención, es para que el país cambie”.
Claramente existen suficientes razones que nos obligan a participar en esta emblemática marcha, con el firme propósito de defender el Estado de Derecho y la Libertad, para lograr una Colombia que crezca con inclusión social. Marchemos pues para cambiar el país, pero para el bienestar de la mayoría de los colombianos.
X @AELopeP