Al final de la tarde del pasado sábado 28 de octubre, cuando en el ambiente de la población de Barrancas reinaba una aparente calma, a pesar de la reservada pero intensa actividad desarrollada por las campañas políticas de cara a las votaciones del día siguiente, se escuchó la muy lamentable y desmoralizadora noticia sobre el secuestro de los padres de Lucho Diaz, el barranquero más querido y famoso en la actualidad por su protagonismo y alto desempeño en el mundo futbolístico.

Desde ese momento la ansiedad y el desasosiego, alimentados por la inmediatez irresponsable de las redes sociales, que difundían como ráfagas toda clase de información -muchas de ellas falsas-, se apoderó de los habitantes de la región y el país orgullosos de él. Por supuesto, también desde Liverpool y el mundo, llegaban las múltiples preguntas y los fervientes deseos de una pronta liberación, incluidos los del desesperado Lucho, quien en una primera reacción intentó trasladarse a La Guajira, pero razones de seguridad se lo impidieron.

Este deplorable hecho, que además de afectar a la familia Diaz, impacta negativamente la imagen de los colombianos y del país en el contexto internacional, refleja el incuestionable deterioro de las condiciones de seguridad existentes: las cifras oficiales nos indican que entre enero y Julio de este año se reportaron 184 secuestros, lo que representa un incremento del 85% frente al mismo periodo de 2022. Estos datos obligan, sin dilaciones, al gobierno nacional a rectificar su política de seguridad y de paz actual.

Los esfuerzos realizados hasta ahora por las autoridades, encabezadas por el director general de la Policía, el general Salamanca, quien desde el mismo día en que ocurrió el hecho se trasladó a La Guajira con un amplio equipo de investigadores y tropas helicoportadas, además de expertos de la Fiscalía y otras entidades competentes, no han arrojado los resultados esperados.

A pesar del mediático despliegue, hasta ahora solo ha habido frustración, pues no se ha logrado saber dónde ni quién mantiene secuestrado a Luis Manuel Diaz, conocido cariñosamente como Mane Diaz, padre de Lucho. Afortunadamente, durante la huida hacia sus posibles escondites, los secuestradores dejaron libre a Cilenis, madre de Lucho, junto con la camioneta en que se transportaban.

El cariño y el orgullo que los más de 40 mil barranqueros y los más de un millón de guajiros sentimos por nuestro gran futbolista Lucho Diaz deben mantenernos unidos en la búsqueda de la liberación, con buena salud, de Mane Diaz. Todos debemos cooperar con las autoridades y aportar nuestro grano de arena con información valiosa que contribuya a lograrlo. Claro que sí se puede.

Ojalá que al momento de ser publicada esta Columna -redactada dos días antes- los secuestradores hayan recapacitado y lo hayan liberado, para regocijo de su familia y de todos los colombianos.