El bajo nivel de aprobación de su gestión de gobierno mantiene al presidente Petro haciendo planteamientos desesperados que oscilan entre los extremos del espectro político y con frecuencia se perciben contradictorios.
Por un lado, insiste en buscar un posible “Acuerdo Nacional”, que la mayoría de los colombianos no sabemos en qué consiste, ni con quién se haría, y por otro lado continuamente llama a los ciudadanos a movilizarse en las calles para respaldar sus propuestas de reformas sociales que, aunque suenan atractivas para la galería, en el fondo son insostenibles. Sumemosle su obsesión por el cambio climático, sobre el cual, tal como la acaba de hacer en la asamblea de las Naciones Unidas en Nueva York, está invitando a realizar movilizaciones para pedir declaración de una emergencia climática que permita acelerar la terminación del uso de los combustibles fósiles, subestimando la gradualidad que requiere un proceso de transición energética.
Pareciera no importarle la situación de crisis que se vive en el departamento del Cesar como consecuencia del cese de una de sus operaciones mineras, lo que sigue sacudiendo la dinámica económica y social de esta importante región del país. Igual consecuencia, o peor aún, podría vivirse en La Guajira si continúan las amenazas contra la sostenibilidad de Cerrejón. Los dirigentes empresariales, políticos y sociales de este departamento deben emprender acciones para prevenirlo y evitar “llorar sobre la leche derramada” más adelante, como desafortunadamente lo hacen hoy los cesarenses.
Es evidente la estrategia de presión política al Congreso para la aprobación de las reformas sociales, y a los empresarios, a quienes permanentemente trata de “esclavistas” porque han cuestionado una propuesta de reforma laboral que no genera empleo formal ni estimula el emprendimiento, sino que por el contrario los destruye, tal como lo han concluido estudios serios que se han realizado, entre ellos uno del Banco de la República.
La desaceleración de la economía es evidente y muy preocupante. Las cifras del mismo gobierno nacional, emitidas por el DANE, indican que el crecimiento de la economía este año ha sido del 1.54 por ciento, mientras que en el periodo igual del 2022 fue de 9.87 por ciento. Es una demostración contundente de que el pobre desempeño político del gobierno nacional está contribuyendo a afectar seriamente la economía del país.
Afortunadamente el gobierno no ha logrado crear el ambiente de desconfianza social que persigue. El sector de la sociedad civil que ideológicamente acompaña al gobierno nacional no ha logrado aglutinar la masa crítica necesaria para realizar esas pretendidas movilizaciones.
En el fondo saben que una economía sin crecimiento termina afectando las oportunidades de ingresos y por ende la calidad de vida de todos los colombianos.