Para muchos colombianos resulta incomprensible que de todas las declaraciones que dio Juan Fernando Petro al programa de televisión Los Informantes de Caracol TV el domingo pasado, la mayor ola de reacciones de la opinión pública del país haya estado relacionada con la afirmación del supuesto padecimiento del trastorno del comportamiento social, conocido como asperger, de su hermano, el presidente Petro.

Sin dudas, esa reacción generalizada es resultante de la creciente y permanente preocupación de la mayoría de los colombianos, que con ansiedad desean despejar sus dudas y quisieran conocer las verdaderas razones por las cuales el presidente se ausenta con frecuencia e incumple importantes compromisos y citas de alto nivel que como primer mandatario debe atender, tanto en el país como en el exterior. El presidente Petro, ni su círculo cercano, familiar o del gobierno, han tenido la decencia de dar una explicación clara sobre su frecuente y extraño comportamiento.

Esa anecdótica declaración del hermano del presidente realmente es un tema menor frente a las otras afirmaciones de extrema gravedad que hizo, entre ellas la relacionada con los más de un millón de votos que los líderes del narcotráfico y las bandas criminales orientaron a favor del candidato Petro, con los que finalmente logró su elección, en regiones en las cuales en tiempos anteriores era rechazado.

Fue enfático el hermano del presidente al afirmar que gracias al trabajo que realizaron a las cárceles, junto al ahora alto comisionado para la paz. Tal vez la forma clara como lo dijo en su entrevista le ha impedido negarlo o decir que ha sido mal interpretado, como es la costumbre en la mayoría de los miembros del gobierno nacional. Sobre estas delicadas aserciones no ha dicho nada el presidente Petro, aunque sí desmintió que hubiera sido diagnosticado con el síndrome de asperger.

En su entrevista manifestó que la Izquierda, representada por el Pacto Histórico, la coalición que ayudó a elegir al presidente Petro y lo acompaña en su gobierno, “está fundamentada en conceptos retrógrados, anquilosados, de mamertos, que sube a un poder muerta del hambre, pero que nunca ha sabido qué es el poder y se comportan como pirañas entre ellos mismos”.

Primero fue el hijo y ahora es el hermano, los que atacan al desorientado gobierno de Petro. Son expresiones del fuego amigo dirán algunos de sus aferrados líderes. Los partidos de oposición son unas nobles monjitas de la caridad frente a estos insoslayables hechos políticos.

Ante este permanente desmorone del gobierno nacional, y buscando mantener alguna gobernabilidad, el presidente Petro se ha visto obligado a proponer nuevamente ante el país la necesidad de un “Acuerdo Nacional”, pero sobre el cual no ha dicho en qué consiste, con quien se hará, ni para qué es.