Intentamos hacer un pequeño análisis de lo que representa para el país hoy día la parálisis de los sectores de la industria nacional, el gran comercio y el pequeño que se desarrolla al detal y por otra parte, íntimamente ligado a lo anterior, el sector de servicios que ocupa 8% del empleo nacional.
Por ello, aun cuando aparentemente es un tema demasiado subrayado en estos días, lo cual el gobierno viene manejando con acierto comenzando por el mismo presidente Duque, la verdad es que en la pandemia propiamente identificada la situación económica del país se vino abajo sin antecedentes desde 1930, con la gran depreciación, según contaron nuestros abuelos. La primera reflexión que nos hacemos todos, porque aquí no estamos inventando que el agua humedece y moja, es que el país económicamente y financieramente no estaba preparado para que nos cayera encima semejante tragedia como esta epidemia mundial.
Para países de gran solidez en estos campos y abundante recursos o reservas, el tema es menor; todo lo pueden enfrentar hasta las sorpresivas tragedias de todo tipo que asolan a la humanidad con frecuencia. Pero un país que estaba levantándose después de 12 o 15 años de parálisis, creciendo, fortificándose, equilibrándose, el impacto ha sido brutal. El segundo punto a nuestro entender es que la cadena de productividad está paralizada. La ecuación elemental que todos sabemos es que la industria y comercio producen lo que los mercados exigen o distribuyen por medio de las ventas de las mercancías de la vida cotidiana.
Nada de esto es un secreto por lo que aceptamos con naturaleza, como lógico, como necesario que la energía, el motor, el impulso de toda esta cadena es el ser humano a través de una formalización en el campo laboral. Si la cadena como hemos visto se detiene es más que objetivo concluir que el empleo igualmente se suspende. El ahorro del patrón en países como esa comodidad de reservas puede afrontar la crisis pero entre nosotros el límite es muy pequeño.
Por todo ello es absolutamente urgente, por encima de todas las consideraciones, especulaciones, o retórica transformaba que el gobierno nacional le dé prioridad a la reactivación laboral. Sin esto hay entronización de pobreza, puede aflorar el hambre, crecer la deuda, detenerse el suministro mínimo vital de la familias. Crecerá la informalidad que es la necesidad de los desamparados pero a la vez una actividad que navega diariamente entre las incertidumbres, la angustia, y la lágrima de la desilusión. La informalidad está devorando a Colombia hace rato llegando hasta el 52%.
¿Qué país resiste ese trasfondo en el escenario de la vida? Lo que tenemos que hacer ahora por supuesto cumpliendo con todas las directrices y requerimientos para el control de la pandemia es enfocar todas las fuerzas, todo el ímpetu, todos los recursos a reactivar el empleo formal. Nos va a costar un periodo largo, mínimo cinco años si el Estado fortalece la cadena de productividad que nuestros expertos conocen a fondo y que aquí nosotros identificamos desde la orilla de la provincia sin más pretensiones que repetirle al gobierno que este clamor es el grito de 20 millones de colombianos. Que no permita que la politiquería le detenga el objetivo.