Hay una tesis que hizo carrera en Colombia: Que siempre fuimos una sociedad violenta, desde nuestros orígenes, pasando por la época colonial, recrudecida durante las guerras de la independencia y acentuadas posteriormente con nuestra creación de la República, quizás prácticamente desde la época de Rafael Núñez o un poco más hasta nuestros días. La tesis comentada es un valioso estudio que los especialistas han llevado a la investigación humanística profundamente, al análisis de unas raíces étnicas donde se ha pretendido explicar la mezcla de razas. En fin, científicamente los orígenes de nuestra violencia social y agregaremos programática, son quizás más profundos de lo pensado.
La verdad quizás nunca se descubra porque somos un pueblo con grandes similitudes con Brasil salvo el idioma, con los Mexicanos, Peruanos, Ecuatorianos, Venezolanos. La cultura europea penetró sin duda más profundo en el cono sur y los ejemplos están en Uruguay, Argentina y Chile donde también existió y existe violencia social pero en grados menos intensos y con características bien distintas a las nuestras. Lo cierto es que para decirlo en una frase cruda y escueta siempre los colombianos hemos vivido en medio de la violencia.
Hace 20 años estábamos desesperados. Las estadísticas de alteración del orden público, los asesinatos y atracos, los grupos guerrilleros con ínfulas de héroes de la Patria, los campos asolados de sangre, todo esto escribía nuestro destino. Hoy día millones de colombianos dicen que Uribe Vélez pacificó en alto porcentaje al país. Cierto o no sin meternos en comparaciones sobre cuál época presidencial fue mejor o peor, el comentario popular es, que en esa época no se podía viajar en carretera y que después de Uribe las inundamos. La verdad nunca se conocerá a fondo pero por lo menos el panorama era psicológicamente diferente. Hoy ni carreteras, ni ciudades, ni campos, ni pueblos, ni fincas, ni veredas se pueden transitar porque hay campos minados por millares.
Para no hablar de muertos por asonadas, minas, robos, política sucia, atracos y la guerrilla recrudecida después que había quedado prácticamente aniquilada.
Pero la resucitación de ella gracias a la mano tendida del actual gobierno, perdonando lo que jamás podría perdonarse, es la clara respuesta a un fondo político sucio que pretende ensalzar al bandolero con fines de sumar adeptos y simpatizantes. Por ahora la violencia no va a ceder. Algunos, quizás muchos, pensamos que se va a recrudecer. Ya la muerte de soldados por ejemplo no es por unidades sino por grupos y suman docenas de pueblos donde ya la guerrilla es la autoridad, no los Alcaldes. Colombia y expertos, ¿hacia dónde vamos ?