El 11 de junio pasado en la página 14 de EL HERALDO en la sesión "Lectores Escriben" muy leída, el distinguido ciudadano Don Roque Filomena escribió una carta que nos llamó la atención, una vez más, a varios amigos sobre su contenido, la contaminación auditiva de la ciudad que ha llegado a grados inverosímiles hasta el punto de que muchísimos sectores ciudadanos en sus barrios han tenido que acudir a la policía para siquiera, como consuelo, poder conciliar descanso y sueño en gran parte de las noches, sobre todo los fines de semana.

Como todas las cartas de Don Roque, magníficas, muy cívicas, esta alude obviamente a la ausencia de cultura ciudadana que es , públicamente dicho y aceptado, una de las lacras sociales que sostenemos en la ciudad siempre escondida dentro de las reflexiones, excusas, razonamientos, de que así somos Los Costeños, de qué forma parte de nuestra idiosincrasia, de que está en el ADN de la raza, por lo tanto esa contaminación auditiva qué es, digamos de una vez, una vulgaridad y una falta de respeto, mantiene a cientos de sectores desesperados buscando tranquilidad, sueño, descanso. La contaminación, comienza con los gritos, con los desafueros verbales a todo volumen, sigue con las bocinas de los automóviles y toda clase de vehículos, con las ambulancias con los bomberos y corona con éxito con la música estridente, Escandalosa, a miles de decibeles, que penetra en la residencias por ventanas, puertas, endijas cielo rasos, en fin por cualquier agujero en su camino. Y obviamente las familias no pueden conciliar el sueño . No se respeta a los ancianos supuestos en casi todos los hogares, a los niños, a los enfermos.

La excusa o mejor dicho la justificación como hemos observado es que es parte de nuestra vida y así nacimos. No, absolutamente no. Así nos duela reconocerlo es falta de educación y de civismo, de una cultura que puede adelantarse y gozarse sin bulla y sin alboroto. No es posible darle identidad al desorden y falta de respeto acudiendo a la "manera de ser y sentir del costeño". Sabemos que en todos los rincones de la costa el tema es estudiado, sonoro, actual, tradicional, pero eso no lo justifica. Se puede bailar, gozar, disfrutar sin escándalo. Las sirenas de las ambulancias y la policía pueden pedir espacios cuando la congestión lo requiera. En fin, quizás estos comentarios hoy son nuevamente el impulso para echar al vacío reflexiones ciudadanas. Lo importante es decir además que cuando se llama a la policía y ésta llega a los escándalos, bajan el volumen dan las gracias y cuando se van los uniformados a los diez minutos se vuelve a aumentar el volumen. ¡Viva la desobediencia y la burla!