Este periódico EL HERALDO ha entrado a formar parte, afortunadamente, de las fuerzas vivas de la ciudad que estamos preocupados por el auge que ha tomado la costumbre de las motocicletas, bicicletas, chazas, patinetas, en contravía, que raudos pasan al lado de los peatones, a veces con mucha velocidad, poniendo en peligro a los circulantes de a pie, para evitar dar una vuelta a una manzana y ahorrar tiempo o buscando economía de gasolina o simplemente flojera de transitar. Magnífico que este diario se haya sumado a las voces de protesta por una práctica bastante peligrosa que no obstante sin ningún control por el símbolo sigue prosperando.

El redactor José Fragoso Lara en forma magnífica el día 27 de mayo pasado en la página 2 y 3 del periódico hizo un relato completo de este peligro asqueroso y ascendente. Posteriormente en un estupendo editorial, como muchos más, al día siguiente titulado Los andenes no son de las motos ni de bicicletas, puntualizó la urgencia de que las autoridades tomen cartas en el asunto. Nosotros personalmente expusimos la queja en forma verbal ante el comandante Figueroa de la seguridad de la policía local en una sesión de la Asociación Cívica Por Amor a Barranquilla durante una estupenda conferencia que en forma de diálogo nos ofreció el amable y capacitado oficial. Por eso estamos seguros de que estamos en el camino correcto con las autoridades y esperamos que el Alcalde se involucre en este tema coordinando con la policía los controles y la prevención antes que aparezca la tragedia.

Hoy nuevamente en esta columna queremos insistir en que vale la pena hacer un estudio, por los especialistas, del por qué el Costeño, en este caso los habitantes de Barranquilla y los foráneos que llegan y se quedan a vivir entre nosotros, son tan proclives a faltar a la disciplina cívica de cumplir con las más mínimas regulaciones. En cuestiones de tránsito, vehicular y peatonal, el asunto adquiere dimensiones urgentes de investigación psicológica, sociológica y logística urbana para no llegar a la educación y cultura cívica que parece esfumarse de nuestros comportamientos. Es preocupante cada vez más la poderosa fuerza del habitante local a desconocer e incumplir las normas de cultura urbana. Ojalá en los colegios desde las clases elementales se introduzcan estas enseñanzas porque cada día más lamentablemente, prospera el "yo hago lo que me da la gana, a mí nadie me va a indicar qué debo hacer". Acaso, ¿así no avanzamos hacia el caos social y nos degradamos más y más hacia el regreso a la brutalidad?