No se trata aquí hoy de dictar una cátedra de Economía Política ni mucho menos sentar doctrina sobre la difícil situación que atraviesa el país en estos momentos por la coyuntura económica y social que se ha traducido en los resultados de un deficiente manejo del gobierno nacional y la ineptitud de los ejecutores de la estabilización socio-económica. No es ni un invento nuestro ni una exageración, por el contrario, es la mención de lo que señalan las cifras, de lo que sufren los colombianos en más de un 58% defendiéndose de la pobreza y de los desmedidos disparos en los precios que hacen de la vida diaria una tragedia.

En el capital que mueve la economía comienza el viacrucis. Viene o puede aparecer del ahorro, de activos bien manejados, de créditos, quizás de subsidios muy altos escondidos o legalizados como en varios países europeos o en emprendimientos exitosos. De este capital que es el germen, la esencia, viene la producción y con ella lo que se llama la cadena productiva. Tangible o no el producto sale a la vida monetaria y al alcance público. Para la comercialización llega el estudio de factibilidad, de los mercados, los análisis de costos que van definiendo la comercialización del producto.

En el cálculo del rendimiento se mide la rentabilidad no solamente para el productor sino para quien comercializa y quien distribuye. Cuando llegue la oferta ya la demanda debe estar calculada, estudiada, para aquí medir el impacto en el costo de vida, el consumo del producto. En este instante la mayor población del país no tiene como adquirir, comprar y consumir lo que necesita o simplemente lo que desea. La cadena de productividad mutiló la libertad de la libre circulación de esa productividad que tanto esfuerzo necesita para armarse eficientemente. Pero hoy Colombia tiene casi una recesión que pretenden disimular y elementalmente lo apreciamos en el consumo de los hogares: Disminuido desde hace más de un año.

¿Dueños de este descalabro, desequilibrio económico? La filosofía política del gobierno con su embeleco del cambio. El cambio es para mejorar pero no para decrecer. Y la sola filosofía política que pone en práctica el gobierno ya confunde el cambio positivo que se transforma en más pobreza y más angustias. Hay torpezas, impericia, egolatría en quienes no saben escuchar y creen que oprimiendo a las clases populares se les domina y maneja. Todo ello se traduce en la producción y su cadena de desarrollo que le perjudicaron desmejorándola. Ojalá se escuche a los expertos, todavía es hora de poder reprogramarnos, solamente necesitamos aplicar la lógica, aprovechar todo lo positivo que tenemos y manejar la economía como ciencia no como un juguete político amarrado a una ideología del siglo pasado.