Volviendo hoy ante mis amables lectores con los temas domésticos en esta ciudad de Barranquilla, donde aspiramos que la calidad de vida no se vaya deteriorando más de lo que viene sucediendo, presentamos hoy dos interrogantes que tienen que ver con una de las características más negativas que tenemos como gran ciudad: El tema de la movilidad tanto de vehículos como de peatones. Y los interrogantes que encuadramos en una sola pregunta abarcan dos imposibles soluciones a la vista porque sencillamente dejamos crecer el error, la equivocación, el desorden, la incultura y algo a lo cual mucha gente le tiene fastidio: El espíritu cívico.

¿Será posible o es para siempre un imposible conseguir que los buses de todas las rutas, de todos los estilos, de todas las empresas, de todas la trayectorias –sacando del problema al Transmetro– se detengan a recoger o permitir salir pasajeros cada cien metros, en cada esquina, dos y tres veces por cuadra, en el cruce preciso de un semáforo y pudiesen como en toda ciudad civilizada detenerse solamente en los paraderos que muchas veces están bien acondicionados y son una invitación al orden? ¿Cómo podríamos hacer como ciudadanos para colaborar con este punto, acaso caminando desde nuestro arranque peatonal hacia el bus unos metros más y llegando al paradero para transmitirle a los conductores que es ahí donde pueden recoger? ¿Es acaso el peatón el culpable por ser flojo y ya se acostumbró a detenerse a la espera del vehículo donde le da la gana?

El otro imposible es más reciente y ya lo hemos comentado en esta misma columna varias veces: ¿Cómo lograríamos que los rapidísimos domiciliarios en bicicleta no vayan siempre, óigase bien, siempre en contravía, atravesándose sin aviso, sin cascos sin luces, sin detenerse en una esquina, sin observar ninguna señal de tránsito?

Estamos seguros de que si hiciéramos una encuesta grande las respuestas serían unificadas: Es falta de educación, de cultura, hay que enseñarles, poco a poco con el tiempo aprenderán. ¿Acaso aprendieron en 80 años los conductores de buses que con el cuento del centavo, mientras más recojo gente más gano, nos acostumbraron a ese engendro de movilidad?

No, estimados lectores; la respuesta de la educación y la formación ciudadana es acertada, pero es a largo tiempo y no está comprobado que cumpla su cometido. La verdadera respuesta, antipática pero real, es la falta de autoridad inmediata, in situ, como decimos los abogados. Si a un bus o una bicicleta se le detiene y por primera vez se le pone un comparendo, por segunda vez se le suspende la licencia y por tercera vez se paraliza el vehículo, o en los mismos casos la bicicleta, tengan ustedes la seguridad que en poco tiempo la gente aprende. Lo que sucede es que estas anomalías las ejecutan en las narices de unos policías dizque adscritos al Tránsito y su control, que se la pasan en las esquinas pidiendo papeles y asustando a las señoras despistadas o traviesas que hablan por el celular diez horas al día. Esa es la realidad: No hay autoridad inmediata, severa, exigente y los conductores choferes de buses y muchachos en bicicletas ya se acostumbraron a hacer lo que les dé la gana. Así pues, son aparentemente dos imposibles por resolver. ¡Qué lástima!