Lo absurdo
En esta patria absurda nadie sabe qué va a pasar, aunque lo más seguro es que nada pase. El ejecutivo bambolea, el legislativo da grima, y en lo judicial nadie cree. En el medio de esta malvada tríada andamos todos, divididos como pocas veces antes en dos bandos que parecen irreconciliables cuando se muestran los dientes en redes sociales y pelean por el trending topic del día; ese que mañana será reemplazado por otro y luego por otro más.
Indignación desechable y dientes de leche. A la hora de la verdad, en las urnas, volverá a ganar la cómoda flojera y el ciclo comenzará de nuevo; tal cual la serie “Dark”. La ficción se ve en calzas prietas para alcanzar la realidad, porque la nuestra es tan absurda que parece mentira.
Componente de ese absurdo es haber normalizado negar el disenso, desde lo local hasta lo nacional. Quien se atreva a exponer argumentos contra el modelo dominante de pensamiento y gestión es casi inmediatamente estigmatizado como detractor, apuntado para seguimiento en las listas de las bodegas, tachado como mamerto, resentido o amargado, e invitado cordialmente a mudarse si no le gusta lo que lo rodea. Para defender a rajatabla el supuesto progreso imparable se acude a premodernas armaduras mentales acompañadas no pocas veces de una pueril sorna. Bien les valdría entender que no estar de acuerdo es tan importante como estarlo. Es como darle vueltas al dado, levantar la alfombra para notar el color del forro y de paso el sucio escondido, escuchar el disco entero y no solo el éxito de moda, o mirar además de ver. Es, tan simple como sencillo, una búsqueda basada en el dudar, en hacerse preguntas y creer, con razón, que se tiene el derecho y el deber de buscar respuestas. ¿Tiene eso algo de malo? Supone uno que no, que en una democracia dudar es un derecho. Supone uno…
Como todo extremo es malo, la duda y la crítica deben basarse en argumentos, datos, posturas sustentadas y dirigirse a similares contrapartes; es decir, a argumentos, datos y posturas. Caer en el ataque personal es contestar al berrinche con berrinche. Y aquí, es menester reconocerlo, pocos se salvan. Casi todos en algún momento hemos sucumbido a la tentación de apuntar los dardos al cuerpo y no a la idea. Acudir a la ironía es un arte que requiere un manejo medido y elegante del idioma para no quedarse en la mediocridad del intento. Contribución buena a bajar el voltaje crispado de las redes sería el disentir con respeto por la humanidad del otro. Cuesta trabajo, no hay duda, pero ojalá se logre.
Mientras eso pase, y aun si no (porque recordemos que aquí nada pasa), importante es seguir preguntando, seguir dudando, y seguir defendiendo ese derecho. No importa si no se es mayoría. Importa preguntar. Absurdo que no lo entiendan.
Pd: Además de referirse a un grupo de tres elementos vinculados entre sí, por “Tríada” también se conoce a una organización delincuencial de origen chino. Vea usted…
asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh
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