Ese es el título de un cortometraje documental realizado en 1956 por el maestro del cine francés y mundial Alain Resnais en el que recorre con su cámara la Biblioteca Nacional de Francia, descubriendo a la vez que describiendo para el espectador lo que el espacio, pero sobre todo lo que allí se custodia, representa para la humanidad. El viaje interno se acompaña de una profunda reflexión sobre la necesidad de preservar recuerdos de nuestro paso por el tiempo. Como bien se dice en el docu, el hombre acumula recordatorios para ayudar a su corta memoria.
De hecho, el cajón de la memoria donde se guarda el corto de Resnais se abrió de nuevo motivado por “Argentina, 1985”, película del talentoso director Santiago Mitre, protagonizada entre otros por el fabuloso Ricardo Darín, en la que se recrea la preparación y desarrollo del llamado “Juicio a las Juntas” con que la renovada democracia en Argentina llevó ante un estrado civil a los comandantes de la Junta Militar que a sangre y fuego habían gobernado al país entre 1976 y 1983. La peli gira en torno a la figura del fiscal Julio Strassera, quien con su equipo de trabajo y el apoyo de su familia desarrolla en tiempo record una investigación que recopiló las pruebas suficientes para enviar a la cárcel a una parte importante de los jefes militares de la nombrada Junta. El “nunca más” con que el fiscal Strassera cierra su alegato ante los jueces es tan estremecedor como inolvidable.
Este filme se engloba en una arraigada tradición que une al cine argentino con la política casi desde que el invento llegó por aquellas tierras. Ligado a una historia llena de vaivenes, luchas internas y guerras impuestas, la filmografía argentina es rica en ejemplos de todo tipo con obras y autores fundamentales para el continente: Birri, Solanas, Olivera, Puenzo, Subiela, Campanella y un largo etcétera. De ahí salieron pelis tan indispensables como “la hora de los lápices” o “La historia oficial”, o relatos documentales como “Tire Die” o “La hora de los hornos”; ´para apenas citar algunas de un listado enorme.
En nuestro país por mucho tiempo se sufrió una especie de “mal ambiente”, para no decir que una censura soterrada, alrededor del cine que promoviera alguna reflexión política. Autores como Dunav Kuzmanich, Carlos Álvarez o la misma Martha Rodríguez entre varios otros tuvieron que remar a contracorriente o ver como sus filmes pasaban desapercibidos para estamentos y medios oficiales, y por ende para el grueso de un público aún incipiente. Luego se volvió costumbre repetir esa malvada frase de cajón que falsamente afirmaba que todo en el cine era violencia para demeritar cualquier intento por promover la memoria social desde el séptimo arte. Y aunque esos tiempos ya pasaron, todavía se escuchan reclamos manidos y anacrónicos de quienes prefieren el cómodo sopor de la ignorancia y el desconocimiento.
Colombia necesita toda la memoria que su cine pueda ayudarle a preservar.
@alfredosabbagh