Hoy quiero agradecer a la vida las carencias que he tenido. Ellas han sido una oportunidad para rebelarme y buscar ir más allá de lo que soy; han sido acicates que me han impulsado a no contentarme ni conformarme con ninguna situación que no lo valga. Se convirtieron en la oportunidad de reconocer que no todo lo merezco por el hecho de ser, sino que, desde las condiciones de dignidad, debo esforzarme por conseguir lo que necesito.
Lástima que nos enseñaron a creer que las carencias, las necesidades y los límites que vivimos son una desgracia. Nos hicieron cree que lo merecemos todo y por eso nos pasamos la vida exigiéndole al universo que se confabule en nuestro favor, y a los demás que nos den lo que creemos merecer. Nos consumimos en una queja constante que nos inmoviliza y nos enceguece ante las oportunidades de la vida. Quien cree que lo merece todo y que el mundo le debe, siempre termina amargado, frustrado y tratando de arrebatarle a los demás lo que ellos trabajaron y él considera que se lo han regalado.
Mi invitación en esta ocasión es a que revises tu vida y descubras cómo las carencias que has padecido te han hecho mejor ser humano, te han permitido desarrollar habilidades necesarias para poder surfear las olas de dificultades que propone el existir, y resolverlas con la mejor actitud e inteligencia posible. No buscamos las carencias ni las aceptamos ingenuamente, pero sí las aprovechamos para ser mejores. Es tener conciencia de que somos un acto inacabado y que la felicidad está en entender que vivimos construyéndonos todos los días.
La visión de que la felicidad es tenerlo todo, o no necesitar nada, o vivir conforme con lo que somos y hacemos, además de engañosa es fuente del mayor de los aburrimientos. Creo que la mejor manera de ser feliz es vivir en gratitud. Esto supone gozarse cada momento de la existencia, entendiendo que algunos ni siquiera tienen sentido y mucho menos algo positivo detrás. Para ello insisto en la necesidad de:
1. Ser capaces de detenerse, desconectarse para centrarse en lo estimulante, agradable, bueno y provechoso que tenemos en la vida. Así se genera el contexto que se requiere para resolver las situaciones que a diario tenemos y dar gracias por lo que somos.
2. Estar atentos al crecimiento interior que vamos logrando. No somos los mismos de hace un tiempo atrás. Hemos podido alcanzar metas y hemos desarrollado habilidades que nos hacen mejores.
3. Visibilizar y agradecer a las personas que nos aman y que estando a nuestro lado nos aportan tanto para poder realizarnos. Ellas son una bendición que a veces no sabemos disfrutar.
4. Asumir que siempre podremos salir adelante, que el paso inexorable de la vida no se detiene y siempre es capaz de superar cualquier muro que se presente en el desarrollo de la existencia.
Quien es capaz de vivir en gratitud, podrá encontrarle sentido aún a sus carencias y tendrá una oportunidad de celebrarlas. Nadie es perfecto ni lo tiene todo. Merecemos muchas cosas, pero otras son recibidas gratuitamente y tenemos que valorarlas como tal. La verdadera espiritualidad se expresa más en la capacidad de agradecer que de participar en cultos o rezar mucho. El que agradece entiende que debe vivir en generosidad para que los otros puedan recibir dones y dadivas como las que él ha recibido.