No puedes pretender ser feliz si tus relaciones están marcadas por el rencor, el odio, la discriminación, las ansias de venganza, el desprecio o cualquiera de estas actitudes/emociones tóxicas. Creo que una relación es sana cuando tiene por lo menos tres características, es respetuosa, funcional y emocionante. Y estas características son válidas, creo yo, para todo tipo de relación, ya sea de pareja, de amistad, de familia, etc.

Es respetuosa cuando no tenemos la obsesión de cambiar a la otra persona, cuando somos capaces de entenderla y comprenderla desde su singularidad sin aplicarles esos “fórceps” que buscan que la otra persona llene nuestras expectativas o concuerde con el ideal que tenemos en nuestra mente. El otro es como es y punto. Lo aceptamos así o simplemente no nos relacionamos cercanamente con él. Esa tendencia a creer que la gente tiene que hacer lo que a nosotros nos gusta, o pensar según los mismos cánones de nuestro pensamiento o tener una estructura emocional marcada por nuestros patrones morales es una expresión de nuestra insania mental y emocional. Respetar es saber reconocer los límites y no invadir los espacios de la esencia y la intimidad. Es claro que cada uno está en el esfuerzo de dar su mejor versión y que hay unas reglas mínimas compartidas desde las que construimos nuestra relación. Solo el afecto, el amor, hace que luchemos por ser mejores en las relaciones.

Es funcional cuando cada uno siente recíprocamente que está recibiendo lo que espera y, desde su ser genuino, aporta lo que libremente quiere. Desde el sentirse reconocido, valorado, hasta el ver cómo la otra persona nos ayuda concretamente en algunas de nuestras necesidades. Son esas experiencias en las que se superan y se resuelven inteligentemente las dificultades que se generan y no se quedan anclados en ellas, sino que les sirven como un trampolín que les hace avanzar. Desde la diferencia se complementan sabiendo que todos somos prescindibles y que no es una obligación estar dispuestos para el otro, sino una decisión libre y consciente desde la gratuidad. Sé que puedes no estar en mi vida, pero has decidido estar sin presiones ni obligaciones, sino porque hemos creado el escenario en el que nos ayudamos a ser más felices. A veces esa ayuda se da desde el simplemente estar sin ninguna otra pretensión.

Es emocionante cuando nos gozamos. El sufrimiento, el malestar, el aburrimiento, las agresiones constantes, el desprecio, no son las características de una relación sana. Me gusta estar contigo. Disfruto tu ser y eso que solo tú me puedes dar. Me emociona encontrarte y hablar contigo así sea simplemente para volvernos a contar los cuentos que ya nos sabemos el uno del otro. No querer llegar a casa porque te voy a ver es un síntoma claro de que esa relación no está bien. No contestarte el teléfono por la “jartera” de escucharte implica que ya no nos disfrutamos. Si tengo que hacer ayuno de verte es porque algo no está marchando en nuestra relación.

Todo esto implica un compromiso por tratar de dar lo mejor de mí en la relación. No tienes porqué soportarme ni estás obligado –afortunadamente todos los pactos se pueden romper– a permanecer a mi lado si te hago daño con mis comportamientos y he decidido que no voy a cambiar. Mejora tus relaciones, sé feliz.