Siempre quise ser periodista deportivo. De hecho, cuando leo EL HERALDO y otros periódicos, lo primero que devoro son las páginas deportivas, pues tienen la virtud balsámica de reducirme el estrés que generan las malas noticias políticas, económicas o judiciales.
Cuando fui redactor de planta de este diario, de las cosas que más disfrutaba era ver los lunes a Juan Gossaín y a Fabio Poveda Márquez preparando en una mesa grande EL HERALDO Deportivo que salía los martes. Yendo a épocas más remotas, de niño recuerdo la liturgia diaria de mi abuelo materno oyendo, con un pocillo de café, el programa matinal de Chelo de Castro.
Por esa pasión deportiva, me atrevo a hablar del Junior y los cuadrangulares. Probablemente, coincida con quienes no están de acuerdo con la metodología de definir hoy el campeón del fútbol colombiano. Yo sigo prefiriendo los tiempos en que el campeón surgía del todos contra todos y no de un grupo de ocho clasificados a los cuadrangulares. Antes la disputa por el primer lugar era una esgrima casi a muerte. Ahora no. Ahora un equipo puede perezosamente, sin emplearse a fondo, quedar de octavo, séptimo o sexto y no importa porque los cuadrangulares deciden el campeón. El único incentivo que hoy tiene un club para lograr el liderato es el punto invisible, pero eso tampoco asegura el título. Pues el campeón puede ser, sorprendentemente, el equipo que en la última fecha entró raspando con un agónico triunfo o empate. En tanto que el equipo que ingresó de primero o segundo se puede desplomar por razones estratégicas, tácticas o emocionales.
Junior, por ejemplo, en este segundo semestre encabezó la tabla varias fechas. Después flaqueó y entró en una racha de desalentadoras irregularidades. Podría decirse que pudo darse el lujo de ese bache porque finalmente está en los cuadrangulares, pero si el campeonato aún se definiera como en el pasado, su director técnico y sus jugadores se habrían tenido que esforzar para no perder puntos.
Eso de que en los cuadrangulares nos vemos es como estudiar a medias e intentar ganar el año en los exámenes finales. A algunos escolares les resulta. A otros no les alcanza la remontada para la infelicidad de sus padres.
Junior, como esos volubles estudiantes, tiene en los cuadrangulares el reto de volver a ser el equipo que cabalgó primero en un tramo del campeonato. Y de darle a Barranquilla la undécima estrella. Un título es un triunfo mental. Si el espíritu está inflamado de grandeza, la imaginación fluye y el cuerpo se entrega a la batalla. Cuando ese espíritu emerge con el ímpetu de un tiburón, ‘Junior es tu papá’.


