Quien no recuerda el pasado está condenado a repetirlo. Colombia ha sufrido un conflicto armado y violento durante décadas. El narcotráfico, el narcoterrorismo y el paramilitarismo han causado muerte, pobreza y miseria. Se han celebrado acuerdos de paz, diálogos y creado zonas de distensión, pero cada vez que se desmoviliza uno o se hace un acuerdo, surge un nuevo grupo, llámese disidencia o como se quiera llamar.
La guerra es un gran negocio, la muerte es el medio para obtener poder; el tráfico de drogas va en aumento porque el consumo de sustancias es incontrolable. Las drogas, la producción y tráfico de ellas se salieron de control, y precisamente por falta de control.
La violencia, el hambre, la injusticia, el poder en manos de pseudo líderes que persiguen intereses propios, olvidando las penurias de los gobernados y de los más necesitados; dejando claro que la verdadera pobreza está en la falta de educación, en la muerte de las aspiraciones y en la ausencia de liderazgo.
Y aunque, la memoria del pueblo se borra con facilidad; los muertos se olvidan, y quienes tienen el control del poder no están interesados en que los recuerdos perduren; el ser humano es el único ser vivo de la naturaleza con la capacidad de crear herramientas para construir o destruir; el único ser vivo con la capacidad de leer y escribir, de registrar los hechos de la historia, hechos que no queremos recordar y que nos condenan a repetir los errores generación tras generación.
Es más fácil y más beneficioso que los errores se sigan cometiendo; es más conveniente retroceder al pasado que planear el futuro; porque cambiar el mundo y la sociedad, se torna muy complicado. Sin embargo, tenemos la oportunidad de cambiar nuestra vida y nuestras costumbres, nuestra forma de pensar y de actuar; solo debemos crear espacios para la lectura y la educación, para tener una mejor sociedad.
El Estado ha preferido mantenerse en manos de la corrupción, de la inexperiencia, de una democracia enferma que no se quiere curar, ha prefierido el deterioro de las instituciones de la justicia, de la libertad y de la dignidad humana.
Somos cincuenta millones de colombianos que ocupamos un territorio con diversos climas, montañas, valles, ríos y recursos naturales abundantes: esmeraldas, oro, carbón y petróleo; pero mientras no tengamos el recuerdo en nuestra mente de las épocas más duras de violencia y muerte, no estaremos conscientes para tomar decisiones que nos proyecten a una mejor calidad de vida.
@oscarborjasant








