Las guerras culturales en el mundo son reales. En los últimos años se han publicado muchos libros sobre este aspecto que está marcando la vida política, económica, social y cultural en el planeta. En América Latina se destaca el precursor trabajo de Mario Vargas Llosa, La civilización del espectáculo (2012); Agustín Laje, con su texto llamado La batalla cultural (2022). En España, Alberto Ibáñez publicó un interesante libro titulado La guerra cultural (2020). En Estados Unidos se destaca el histórico estudio de James Davison Hunter, materializado en su libro Culture Wars: The Struggle to Define America (1991); Samuel P. Huntington, con su libro The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order (1996); y también las obras de Vivek Ramaswamy sobre guerras culturales y tendencias victimistas de sectores históricamente discriminados. En Francia, el conservador Éric Zemmour ha generado serias polémicas con varios de sus libros, entre ellos Suicide français (2014) y Destin français (2018). También destacan el liberal Pascal Bruckner, con La tyrannie de la pénitence (2016), y L’identité malheureuse del conservador Alain Finkielkraut (2013).
En los últimos días se presentó en Colombia el libro El rugido de nuestro tiempo (2025), del ensayista Carlos Granés, donde aborda la cuestión de las guerras culturales, el mesianismo en América Latina y la soledad del mundo hispano.
Todos ellos tienen un punto en común: reflexionar sobre cómo las sociedades se construyen o se deconstruyen analizando los aspectos puntuales que afectan a sus países o a sus culturas.
La batalla cultural ha sido definida de varias formas. Veamos algunas. Para James Davison Hunter, esta expresión se declina en una confrontación moral profunda entre dos visiones irreconciliables del bien y del mal dentro de la sociedad norteamericana. Para Hunter, las guerras culturales no se limitan a la política o al manejo de las instituciones, sino que atraviesan todos los campos sociales: la educación, la familia y la religión.
Samuel P. Huntington indicó en los años noventa del siglo pasado que los conflictos del siglo XXI serían culturales y civilizatorios. En ese sentido, no falló. Un ejemplo reciente se evidencia con el discurso confrontacional y virulento del nuevo alcalde musulmán y socialista de Nueva York, Zohran Mamdani. Polarización, populismo y posverdad, como explica Moisés Naím en su libro La revancha de los poderosos (2022).
El argentino Agustín Laje, por su lado, dice que la guerra cultural enfrenta al progresismo contra la tradición occidental fundada en la familia, la libertad individual y los valores cristianos. Para él, la cultura afecta el derecho y la política, planteando cambios en el lenguaje y fomentando el victimismo.
Pascal Bruckner estudia las guerras culturales como una competencia entre distintos grupos sociales. En cuanto a la política, el francés se sitúa en la indignación. Esto está en consonancia con la noción de desconfianza hacia la política que ha planteado también el pensador francés Pierre Rosanvallon. El conservador Alain Finkielkraut, por su parte, considera que las guerras culturales son el producto del choque entre la herencia ilustrada de Occidente y las nuevas formas de multiculturalismo.
Estas definiciones confluyen en la manera como se desenvuelven los debates políticos y sociales. El ejercicio de la política se ha polarizado y sus disputas cada día son más cruentas. Por un lado, los fenómenos de resistencia institucional alrededor del orden, la justicia y los valores sociales y, por el otro, la anarquización y la búsqueda de ruptura institucional para empezar todo de cero.
No es un tema exclusivo de Colombia. Estos debates internacionales, aunque interesantes, pueden contaminar y distraer la atención de los verdaderos problemas domésticos. Corremos el riesgo de extraviarnos entre las redes sociales y controversias ajenas. Tenemos que recentrarnos en lo local, sin perder de vista lo global, pero reconociendo ciertas ideas y debates internacionales que buscan, de forma equivocada, parametrizar nuestros entornos. La regla que se nos quiere imponer es navegar sin brújula y sin dirección.
Ex Fiscal General de la Nación
Profesor del Adam Smith Center for Economic Freedom, Florida International University (FIU)
@FBarbosaDelgado


