Hay que decirlo sin rodeos, el Pacto Histórico, el pasado fin de semana demostró que está más vivo que nunca. Actuaron como un solo bloque, con estrategia y un objetivo claro. Mientras el centro y la derecha se enredan entre egos y precandidatos, ellos ya tienen candidato, listas y votos. Iván Cepeda arrancó su campaña con 2,7 millones de apoyos. No es poca cosa: son más de los que cualquier aspirante del otro lado ha logrado reunir en meses de recorridos.
Esa cifra, que algunos intentan minimizar, no se dio en medio de ambiente electoral. Fue un domingo cualquiera, sin alcaldías ni gobernaciones que arrastraran votantes. Como dijo Mauricio Cárdenas, esto no fue una derrota para el petrismo, fue un campanazo para la oposición. El Pacto demostró que, con o sin Petro en la tarima, tiene músculo, estructura y una estrategia clara. Ese campanazo no solo advierte su fuerza, también revela que aprendieron a jugar en serio.
Por primera vez en la historia reciente, un partido en Colombia decidió que el orden de su lista no se definiera con un bolígrafo, sino con votos. Las primarias del Pacto filtraron a quienes no tenían respaldo real y dieron legitimidad a quienes sí conectan con la gente. En un país acostumbrado a candidaturas impuestas, este paso marca un precedente valioso. Ojalá en cuatro años todos los partidos estén en lo mismo: practicando la democracia en lugar de solo invocarla.
El campanazo también dejó claras las fortalezas del Pacto Histórico. Primero, aprendieron a usar la maquinaria, por mucho que durante años se hayan querido alejar de la política tradicional. Detrás de varias figuras que hoy encabezan su lista está toda la estructura política que ahora manejan con precisión. Segundo, dominaron las redes sociales: su ejército digital, movido por influenciadores y activistas, hizo del algoritmo un aliado electoral. Y tercero, Petro, aunque no aparezca en el tarjetón, sigue siendo el alma del movimiento: una base fiel y organizada que mantiene viva su causa sin él en campaña.
El Pacto Histórico entendió que el Congreso será el corazón de la próxima batalla, pero del otro lado no lo ven así. Esa votación ya les asegura mínimo unas veinte curules en el Senado. Es una jugada poderosa: no están pensando solo en la Presidencia, sino en consolidar un poder legislativo que garantice su proyecto a largo plazo. En cambio, el centro y la derecha se sigue perdiendo entre los egos.
Aún hay tiempo. Si este campanazo sirve para algo, que sea para despertar, para dejar los egos atrás y construir una alternativa real. El país no necesita más división, necesita liderazgo y unión. Todavía hay una mayoría que cree en el equilibrio, en el trabajo y en el diálogo. Esa mayoría puede volver a marcar el rumbo, si decide hacerlo antes de que la campana deje de sonar.
@MiguelVergaraC








