Me sorprende como Petro y su banda están manejando al país. Ahora el tema de moda por el que se movilizan los petristas en las calles es la guerra en Palestina. Si esto lo hubiera escrito hace 4 años seguramente el lector sonreiría para sus adentros. Era imposible pensar en tremenda tontería.

Recordemos que antes de la llegada de Petro, los temas eran la muerte de los líderes sociales, la situación de violencia en los territorios, los efectos del covid-19 o la forma como los extremistas querían explotar el Cauca, el Putumayo, el Catatumbo, entre otros. En el actual gobierno, todos estos problemas se han venido agudizando y el despertar social que se anticipaba con el acuerdo de paz no se materializa cuando de Petro se trata. La gente parece dormida. Hoy pululan los muertos, los territorios están atiborrados de coca, más de 700 municipios están controlados por grupos criminales, el déficit fiscal es inmanejable, estamos descertificados en la lucha contra el narcotráfico, hay más de 25 millones de pobres, a los criminales los sacaron a las calles y la inseguridad urbana es la regla.

Poca gente levanta la voz por la defensa de las instituciones, de la Constitución, de la separación de poderes, de la democracia, de la vida. El país que gritaba en el 2021 luego de la pandemia se acomodó en parte con miles de contratos de prestación de servicios. Petro ha venido demostrando con plenitud que la cultura del poco esfuerzo en Colombia se ha venido integrando en el ADN de ciertos sectores de la población. Si me pagan, voy a la marcha repiten unos a otros. Esa parece ser la consigna.

Hace unos meses, luego del magnicidio del candidato de oposición Miguel Uribe Turbay un periodista le preguntaba en la plaza de Bolívar a varios ciudadanos su opinión sobre lo ocurrido. Unos se solidarizaban con la familia, pero otros se alegraban de esa muerte. En los ochenta o noventa del siglo pasado la respuesta era unánime. Se rechazaba eso, la ciudadanía se sentía afectada por esa violencia. Hoy no. El nivel de intolerancia, odio y polarización que ha establecido Petro contra el sector privado, contra los empresarios e industriales, contra los jueces, contra nuestros soldados y policías, contra los periodistas, contra las mujeres, contra los partidos políticos, contra la institucionalidad ha llevado a construir una ciudadanía desconfiada, fracturada y lista a destruir sin escuchar.

Petro ha sabido poner las agendas y los medios de comunicación lo cubren en cada barbaridad que dice o hace. Una campaña influenciada e intervenida en el 2026 sin Petro será imposible. Tengan por seguro que la Procuraduría no podrá frenarlo. A él, como quedó evidenciado en su gobierno, las instituciones le tienen sin cuidado.

Las protestas violentas por la guerra en Palestina, la semana anterior en la ciudad de Bogotá con la destrucción y daño de bienes públicos y privados son el anticipo de lo que vamos a presenciar en Colombia el próximo año. El periodo electoral que se avecina no será fácil. Habrá seguramente violencia y crispación. El petrismo sabe que si pierde el poder, no vuelve pero también sabe que en la oposición se engrandece.

Colombia no puede seguir al garete. He insistido desde esta columna que debe establecerse una unión de candidatos y sectores que entiendan que el país necesita un presidente y no un vengador. Colombia debe manejarse y pensarse como un proyecto colectivo que piense en las necesidades de la gente. Merecemos más.

* Ex Fiscal General de la Nación

Profesor del Adam Smith Center for Economic Freedom, Florida International University (FIU).