El tiempo perdido no se recupera; se convierte en una experiencia dolorosa, un trago amargo que deja huellas. Sin embargo, no podemos quedarnos atrapados en el lamento ni asumirnos como víctimas permanentes. Debemos aprender, avanzar y no repetir los mismos errores.
Colombia cometió un error al elegir a Gustavo Petro como presidente. Las promesas populistas que sedujeron a una gran parte de los colombianos han traído retroceso, pobreza, miseria y más violencia. Actitudes como desafiar al Gobierno de los Estados Unidos no representan lo que el pueblo colombiano espera de su líder. Tampoco resulta sensato pretender “salvar” al Estado palestino mientras vivimos un conflicto armado interno que no hemos logrado superar. Seguimos enfrentando grupos narcoterroristas y, en lugar de fortalecer nuestra seguridad, el mandatario insiste en involucrarse en guerras ajenas, por más dolorosas que sean.
Anhelo que llegue el 7 de agosto de 2026 para que esta pesadilla termine. Deseo recuperar la tranquilidad colectiva, la paz, la seguridad y la confianza en un Estado que, aunque ha cargado con la corrupción durante años, atraviesa hoy uno de sus momentos más críticos.
Colombia tiene un potencial inmenso. ¡Lo tenemos todo y, al mismo tiempo, no tenemos nada! Contamos con una riqueza natural incomparable, una cultura vibrante y un pueblo resiliente, pero carecemos de dirección, de liderazgo y de disciplina social.
Si observamos a Suiza, vemos otro mundo. Es un país pequeño de Europa Occidental, con 41.290 km², frente a los 1.141.749 km² de nuestro territorio. Sin embargo, su economía es sólida, su calidad de vida es de las más altas del planeta y su sociedad funciona con orden, respeto y compromiso ciudadano.
En Colombia hablamos español; en Suiza, cuatro idiomas conviven en armonía. Ellos practican la formalidad, nosotros la cercanía. Ellos son un ejemplo de neutralidad y estabilidad; nosotros aún buscamos construir confianza y unidad.
Quizá la diferencia más profunda no está en la geografía ni en la riqueza, sino en la mentalidad colectiva. Suiza eligió el camino del trabajo silencioso, de la coherencia y la planificación; nosotros seguimos atrapados entre la improvisación, la emoción y el discurso fácil.
Tenemos todo para ser grandes, pero nos falta la voluntad colectiva para lograrlo. Tal vez el verdadero cambio empiece cuando cada colombiano entienda que la patria no se salva con discursos, sino con acciones, responsabilidad y amor por lo nuestro.
@oscarborjasant