Una falacia, del latín fallacia (engaño) es en lógica una tesis que parece legítima, más no lo es. Algunas falacias se cometen adrede para persuadir o manipular terceros, mientras otras se cometen sin intención pero por descuidos o ignorancia. Hoy la RAE la define como engaño, fraude o mentira.
Se repite con insistencia que se ha alcanzado el “pico de demanda de combustibles fósiles”. Dato optimista porque se decía que, a partir de ese pico, el consumo de petróleo, gas y carbón solo podía caer. Los datos contradicen esa aspiración. El carbón no ha dejado de crecer, el petróleo no ha visto un declive estructural y el gas natural no muestra señales de estancamiento. Al contrario: la demanda global sigue firme, afianzada por factores que contradictores subestimaron —poblaciones crecientes, urbanización acelerada, industrias que requieren energía firme y economías emergentes cuya prioridad sigue siendo desarrollarse, no descarbonizarse. La Agencia Internacional de Energía proyectaba estabilización de la demanda en 2030. Hoy se habla ya de 2050. La falacia del pico fósil se derrumba, y con él, la complacencia política que asumía que la transición energética avanzaría casi por inercia. Seamos claros: la transición es necesaria pero no implica que sea rápida. Las energías renovables avanzan, más no tanto como para desplazar en corto plazo el lugar de los combustibles fósiles en el sistema global. Hoy se genera energía en un 85% con gas, carbón y petróleo; hace 25 años, en 2000, se estima que era 83%; los fósiles son los que han permitido atender la demanda creciente de energía mientras las renovable terminan de desarrollarse. La energía solar y eólica ha crecido, pero no reemplazan aún el diésel que mueve camiones, el carbón que alimenta siderúrgicas o el gas que respalda las redes eléctricas en momentos críticos. Mantener el mito duplica el riesgo. Primero, se subestima la urgencia de invertir en tecnologías limpias, al dar por hecho que la curva de consumo fósil ya está doblada en franca declinación. Segundo, se alimenta un discurso político que descansa más en el deseo y dogmas ideológicos que en la realidad, ralentizando inversiones en combustibles fósiles poniendo en riesgo la soberanía y seguridad energéticas. La transición no es una línea recta ni un salto repentino: se habla más de un proceso de adición que de transición, donde lo nuevo convive con lo viejo hasta desplazarlo. Pensar lo contrario es mirar el futuro con espejismos. La pregunta no es cuándo llegará el pico de la demanda fósil, sino cómo administrar de manera responsable la sana coexistencia entre energías limpias y fósiles porque el mundo necesita ambas.
Que se está llegando al pico fósil y no hay que invertir más en dichos combustibles para dar el paso a opciones renovables es una falacia. Y las falacias pueden ser sutiles y persuasivas, debemos poder detectarlas y no asumirlas como verdad absoluta. Defender argumentos con falacias es de alguien falaz.
@achille1964