La recuperación de una adicción nunca es un proceso aislado. Aunque la decisión personal del paciente de buscar ayuda es esencial, la familia desempeña un rol determinante en la forma como se enfrenta, sostiene y consolida el tratamiento. De hecho, en la práctica clínica suele observarse que los entornos familiares pueden convertirse tanto en un obstáculo como en un catalizador del cambio.

–Lo que sí ayuda en la recuperación

Brindar un apoyo emocional realista y constante: el acompañamiento emocional no implica tolerar conductas destructivas, sino estar disponible para escuchar, validar sentimientos y motivar a continuar el tratamiento. Los familiares que muestran afecto, paciencia y firmeza favorecen la adherencia al proceso terapéutico.

Establecer límites claros y consistentes: el amor saludable implica poner límites. La adicción con frecuencia genera dinámicas de manipulación, mentiras y transgresiones. La familia que establece normas claras, consecuencias justas y coherentes ayuda a que el adicto asuma responsabilidad sobre sus actos, elemento clave en la recuperación.

Participar en procesos terapéuticos familiares: la adicción es un fenómeno que afecta a toda la familia. Los espacios de terapia familiar, grupos de apoyo o talleres psicoeducativos permiten que los familiares aprendan estrategias de afrontamiento, mejoren la comunicación y reduzcan la carga emocional.

Favorecer ambientes saludables y rutinas estructuradas; el cambio en la dinámica cotidiana es esencial. Promover horarios estables, espacios de diálogo y actividades recreativas no asociadas al consumo ayuda.

Celebrar avances y reconocer logros; aunque la recaída es parte posible del proceso, reconocer los esfuerzos del ser querido, incluso pequeños logros (completar una semana sobrio, expresar emociones de forma adecuada), incrementa la motivación intrínseca y fortalece la autoestima.

–Lo que no ayuda en la recuperación

Negar o minimizar la problemática: frases como “no es para tanto” o “puede dejarlo cuando quiera” perpetúan el ciclo adictivo. La negación retrasa la búsqueda de ayuda profesional y refuerza la idea de que el consumo no tiene consecuencias graves.

Rescatar constantemente al adicto de las consecuencias: pagar deudas, encubrir mentiras, justificar ausencias laborales o salvarlo de problemas legales, impide que la persona experimente la relación entre su conducta y los resultados que produce.

Adoptar posturas excesivamente críticas o culpabilizadoras: el reproche constante, los insultos o la culpabilización no generan motivación para el cambio. Al contrario, aumentan la vergüenza, la desesperanza y la evasión mediante el consumo.

Convertirse en el “terapeuta” del adicto: la familia puede y debe apoyar, pero nunca sustituir la intervención profesional.

@drjosegonzalez