La palabra eureka surgió hace siglos por uno de los pasos básicos del método científico: la observación. En una bañera, el sabio griego Arquímedes apreció cómo el nivel del agua subía a medida que él metía su cuerpo. Cuando entendió su descubrimiento, salió corriendo desnudo por la calle, tan feliz estaba que olvidó vestirse. Mientras corría gritaba ¡Eureka! (en griego significaba ¡Lo he encontrado!). Pudo verificar que la masa del agua desplazada era igual al volumen de su cuerpo, dando origen al principio de Arquímedes. Hoy la palabra se utiliza para celebrar un descubrimiento o un hallazgo.
En el puerto de Los Ángeles, unos remos azules flotan sobre el mar y se mueven al compás de las olas. No hacen ruido, no interrumpen el paisaje, y convierten la fuerza constante del océano en electricidad (energía undimotriz). El proyecto es bello en su sencillez: aprovechar un movimiento eterno de la naturaleza para alimentar el mundo moderno. Por supuesto entusiasman estas iniciativas. Representan lo mejor de nuestra capacidad de innovación (lo lidera Eco Wave Power). Creo en todas las energías: en la fuerza del sol, la persistencia del viento, el poder del agua y hasta en la geotermia, pero, sobre todo, defiendo la solidez de los fósiles, cimientos de la confiabilidad de lo existente. No me ubicaría nunca en el rincón del escepticismo, pero, sin duda, sí en el terreno de la prudencia. Esa que indica que antes de celebrar una nueva tecnología como la gran solución para el planeta, hay que someterla al filtro del trilema energético. Tres preguntas que toda fuente debe responder exitosamente: ¿Es segura y confiable para sostener la vida cotidiana sin apagones ni sobresaltos?, ¿Es sostenible y respetuosa con el medio ambiente a gran escala, no solo en un piloto?, ¿Es accesible y justa, capaz de llegar a millones sin convertirse en un lujo tecnológico? El proyecto de las olas responde muy bien en sostenibilidad, promete en seguridad, pero todavía está en deuda en accesibilidad: como toda innovación, su costo inicial es alto y aún necesita demostrar que puede competir con otras fuentes en precio y escala. De eso se deben tratar las posturas hacia las renovables: no rechazar sino evaluar. La transición energética no puede construirse sobre espejismos ni sobre la idea de que existe una única respuesta. El futuro será la agregación de opciones, no la exclusión. Las olas de Los Ángeles nos recuerdan que la naturaleza ofrece un menú diverso y abundante. Pero será la aplicación disciplinada del trilema la que nos ayude a decidir qué lugar ocupa cada plato en la mesa de la energía.
En energía se debe evitar caer en la tentación de creer que una chispa aislada puede iluminarlo todo. Es como si Inna Braverman, cofundadora de Eco Wave, hubiera salido corriendo por el muelle gritando “Eureka, Eureka”, para después, como ella misma lo sostiene, encontrar que los costos le impiden por ahora masificar su método, seguirá siendo un piloto admirable por ahora.
@achille1964