En la vida nadie crece solo. Los hijos necesitan la mano de los padres, los amigos se hacen grandes cuando celebran al otro y hasta los equipos de fútbol se levantan porque la tribuna los alienta. Los países no son distintos. Estados Unidos parece olvidarlo justo en el momento en que más necesita a sus aliados. En lugar de cuidarlos, los golpea o los ignora, como si pudiera depender solo de sí mismo.

El gran salto de Estados Unidos como líder mundial no se dio aislado, sino de la mano de otros. Con Europa levantó ciudades enteras después de la guerra. Con Japón y Corea del Sur convirtió a viejos enemigos en socios estratégicos. Con Canadá y México armó un vecindario que lo hizo más competitivo. Y en América Latina encontró un patio trasero siempre dispuesto a acompañarlo.

El problema es que hoy parece caminar al revés. Con su “América primero” ha dejado vacíos que otros están listos para llenar. Por eso me impactaron las imágenes de la conmemoración en China por los 80 años del final de la Segunda Guerra Mundial: Putin, Xi y Modi riéndose juntos, cuando hace apenas cinco años China e India se mataban en la frontera y cuando hace sesenta Rusia invadía a China. Hoy, enemigos históricos posan como amigos cercanos. China, con su chequera y megaproyectos, se gana socios en cada continente. India, que parecía un contrapeso, ahora coopera como aliado. Y Rusia, pese a sanciones, encontró un espacio nuevo y se acerca a quienes antes lo veían como amenaza. Separarlos era el sueño de Washington; ahora lo más irónico es que fue Estados Unidos quien terminó empujándolos a juntarse.

Además, Washington se sigue apartando de los espacios donde siempre fue referente: se retiró de organismos internacionales, puso en duda a la OTAN y trata con frialdad a América Latina. En lugar de respaldo, ofrece advertencias. Y cada gesto lo aprovechan los demás para ganarse los amigos que antes miraban a la Casa Blanca.

Estados Unidos lo sigue teniendo todo: poder militar, instituciones sólidas, el dólar como moneda global. Pero lo esencial lo está perdiendo: la confianza. Esa confianza que no se compra con armas ni con slogans, sino con lealtad a los amigos. Porque lo que mantiene de pie a cualquier imperio no es su músculo, sino las manos amigas que lo sostienen cuando flaquea.

De pronto estamos entrando en una nueva etapa, donde el mundo vuelve a dividirse en dos bloques: Asia por un lado, Europa y América por el otro. Y ahí Estados Unidos es fundamental. Pero en ese rol, los amigos son la clave. Ojalá sus decisiones internas no terminen obligando a esos amigos a buscar otros aliados. Porque en política, como en la vida, nadie quiere caminar con un gigante que insiste en quedarse solo.

@miguelvergarac