Se nos fue el último paladín de la intelectualidad barranquillera que nació en un periodo virtuoso del tiempo, que va del año 1924 a 1926. En su orden, por año, nacieron José Consuegra Higgins y Orlando Fals Borda, seguidos de Juan B. Fernández Renowitzky y Álvaro Cepeda Samudio, ambos en 1926.

Sin duda, lo que más marca la vida de un intelectual es donde recibe sus primeras lecciones y se le promueven la curiosidad, el pensamiento crítico, el hábito de la lectura y el compromiso con las letras. Todos los intelectuales mencionados hicieron su primaria en su terruño y cada uno descolló, de manera virtuosa, en el campo que le apasionó en su espíritu.

La inclinación de Juan B., más allá de sus estudios en Derecho, fue la vena periodística heredada de su padre Juan B. Fernández Ortega, en la que su vida fue fulgurante. Por ello, su casa periodística, EL HERALDO, presentó, con sentido y certero titular de primera página, la dolorosa noticia de su deceso, anunciando: “El guardián de la obra diaria de buena fe”, para despedir a quien fuera su director por 29 años y siguiera siendo su faro, como director consejero, hasta su último día.

Estoy seguro de que, aún tras su partida, las ideas y la obra de este gran pensador, intelectual, político, diplomático y periodista se mantendrán como referente paradigmático no solo para el Caribe sino para el país.

Se le reconoce como el líder de la modernización de EL HERALDO, al que guio y consolidó con las banderas de la precisión, la rigurosidad, la exactitud y la veracidad de la información, y la correcta utilización del idioma. En 1994, en el clímax del ejercicio periodístico, fue distinguido con el Gran Premio a la Vida y Obra de un Periodista, otorgado por el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar.

En otros roles de su vida también sobresalió por sus valores, compromiso y prestancia como cuando fue embajador en Chile, convirtiéndose en adalid de la libertad y la democracia, al hacer respetar el derecho de asilo de cientos de chilenos que se refugiaron en la Embajada y pudieron salir de su país, durante el golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende y la instauración de la dictadura de Augusto Pinochet, en 1973.

Otro de sus grandes aportes fue su participación en la Asamblea Nacional Constituyente, cuando, junto a la bancada del Caribe, promovió con ahínco la regionalización en el ordenamiento territorial, para superar el rezago de las regiones.

El Caribe perdió a uno de sus hombres más brillantes. Tengo la certeza de que, por su obra y su legado, Juan B. Fernández siempre estará entre nosotros.

@Rector_Unisimon