Tengo la fortuna de tener 3 hermanos y dos hermanas. Todos bien distintos los unos de los otros. Me maravilla que las mismas materias primas, las mismas herramientas y los mismos contextos existenciales den seres tan distintos. Soy el mayor y eso me da una perspectiva y, sin duda, una responsabilidad muy particular.
No son perfectos. Tienen características que a veces no me gustan, pero poseen el don de alegrarme la vida y de hacerme sentir amado, cuidado y acompañado. Encontrarnos es una fiesta: recuerdos, cuentos, bailes, risas y, sobre todo, la celebración de la vida. La bendita tecnología nos ha dado la posibilidad de tener un grupo en el que compartimos desde los memes más ridículos hasta las emociones más intensas y personales.
Me emociona saberlos llenos de proyectos, de posibilidades y de realización. A veces tengo que esconderme en el lugar secreto (Mateo 6,6) para arrodillarme y pedir a Dios por sus necesidades y dificultades. Y no faltan los momentos de compartir los recursos que se tienen con alguno de ellos. Tampoco faltan los conflictos: se estrellan nuestros intereses, se distancian nuestros relatos, aparecen situaciones que generan incomodidad. Eso causa las pequeñas heridas de la vida, y hay que juntarse, tratar de comprender la perspectiva del otro, ceder en lo que se puede, trazar puentes que unan y, sobre todo, recordar que el amor está por encima de cualquier diferencia.
Ocasionalmente cierro los ojos y me siento de nuevo protegido por Toño, que cuando éramos niños —y a pesar de ser yo mayor— se levantaba a trompadas con todo el que se metía conmigo en el colegio. Celebro, hasta con lágrimas, la dulzura y el cuidado de Yose; me dejo arrastrar por la buena vibra y la sonrisa de Heri; vuelvo a reírme con las ocurrencias y la mamadera de gallo de Alex; y siento a Belia como ese sol que ilumina todos los espacios en los que está. Además, ellos me han hecho querer intensamente a seres tan distantes y a la vez tan cercanos como son sus hijos, mis sobrinos.
Podrás preguntarte: ¿y Alberto para qué nos dice todo esto? La respuesta es simple: porque escribo siempre desde lo que siento en el corazón, y hoy tengo algo de nostalgia por lo rápido que pasa la vida. Asimismo, porque quiero invitarte a que, si tienes hermanos, des gracias por ellos, les escribas y les hagas sentir que, a pesar de los dolores y las distancias, los amas. Y si no tienes hermanos de sangre, seguro la vida te ha premiado con algunas personas que están ahí para hacerte vivir la fraternidad o la sororidad. Vale la pena que les des gracias por ser quienes son. Al tener un mismo Padre-Madre que es Dios, todos somos hermanos.
@Plinero