Las cifras recientemente publicadas sobre pobreza en Colombia traen una buena noticia: entre 2023 y 2024, la pobreza monetaria cayó del 34,6 % al 31,8 %, un descenso de 2,8 puntos porcentuales que resultan importantes de cara al último año analizado donde la tendencia decreciente había perdido algo de ritmo. Sin embargo, esta mejora no puede celebrarse sin matices. La reducción ha sido desigual entre territorios, especialmente entre zonas urbanas y rurales, lo cual plantea un reto clave: cómo asegurar que la lucha contra la pobreza llegue donde más se necesita.
Mientras en las cabeceras la caída fue significativa, en las zonas rurales y centros poblados fue mucho menor, revirtiendo la tendencia equilibrada del año anterior. Esta disparidad no solo refleja desigualdad territorial en las condiciones socioeconómicas, sino también una asimetría en la efectividad del gasto público y de los programas sociales.
Ciudades como Bogotá, Villavicencio, Neiva y Armenia muestran caídas destacables, por encima de los 4,5 puntos porcentuales, pero otras como Barranquilla registran apenas una leve reducción (-0,1 %) y, más preocupante aún, un aumento en la pobreza extrema. Esta fotografía de la pobreza, deja a las ciudades de la región caribe en una posición desfavorable, con la mayoría de sus ciudades con incidencia de la pobreza por encima del promedio nacional.
Esto indica que los programas sociales no están llegando con eficacia a los hogares más pobres, especialmente aquellos cuyos ingresos ni siquiera cubren una alimentación básica.
Por ello, la primera gran oportunidad está en mejorar la focalización de las ayudas, partiendo de una base de datos actualizada, oportuna y real sobre las condiciones de los hogares. Se requiere también un mayor esfuerzo en comunicación y articulación institucional para acercar la oferta social a quienes realmente la necesitan.
En paralelo, el crecimiento económico debe traducirse en inclusión. Formación para el trabajo alineada con las necesidades del sector productivo, así como ajustes a cargas impositivas que hoy afectan la generación de empleo, son claves para que el mercado laboral absorba más capital humano en condiciones dignas.
Las cifras muestran que reducir la pobreza es posible, pero si queremos que ese avance sea sostenible y equitativo, debemos afinar la estrategia pública, cerrar las brechas territoriales y construir un modelo de desarrollo más justo e inclusivo.
* Directora ejecutiva Lonja de Propiedad Raíz de Barranquilla.
@KeliPuche