En nuestra sociedad, donde la alegría y el respeto por la tradición son pilares de nuestra cultura, se está presentando una forma silenciosa de discriminación: el ‘edadismo’. Aunque no lo veamos tan claramente como al racismo o al machismo, el edadismo afecta a millones de personas, ¡y es hora de ponerle atención!"
El término edadismo fue acuñado en 1969 por el gerontólogo Robert Butler experto en el estudio del envejecimiento. Él lo describió como esos estereotipos, prejuicios y actitudes negativas que tenemos hacia las personas simplemente por su edad y, aunque ya han pasado más de 50 años, todavía es un concepto desconocido para muchos.
Pero, ¿por qué es importante hablar de esto? Un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud (OMS) reveló que una de cada dos personas en el mundo tiene actitudes edadistas, y una de cada tres ha sido discriminada por su edad. De hecho, el edadismo es la tercera causa de discriminación más común en las sociedades occidentales, después del racismo y el machismo.
Lo más curioso es que el edadismo no siempre se manifiesta de forma agresiva. A menudo se disfraza en comentarios aparentemente inofensivos como ‘está sobre calificado para el puesto’, ‘no se adapta a los cambios’ o ‘mejor no le pedimos su opinión, no va a entender’. En el ámbito laboral, muchas personas mayores son descartadas con excusas que esconden el verdadero motivo: su edad.
También se disfraza de cuidado excesivo, como cuando tomamos decisiones por la persona mayor ‘para no molestarla’, cuando usamos un tono infantil para hablarles -’¿qué quiere el abuelito?’- o cuando las excluimos de conversaciones familiares. Aunque estas actitudes suelen ser inconscientes y bien intencionadas, se instalan en nuestro lenguaje, en los chistes, en los silencios. Y peor aún, se cuelan dentro de las personas, cuando ellas mismas dejan de postularse para un trabajo, de soñar, de aprender algo nuevo, porque sienten que “ya no están en edad”. Es el edadismo auto-infligido.
La buena noticia es que revertir esta situación está en nuestras manos. El primer paso es hablar del edadismo, reconocerlo y transformarlo. Revisando nuestras palabras, nuestras decisiones, podemos preguntarnos si actuamos desde el respeto o desde la condescendencia, o si realmente estamos escuchando o decidiendo por el otro.
El edadismo no es sólo un problema de los mayores: es un espejo de la sociedad que estamos construyendo. Y dado que la expectativa de vida es cada vez más larga, nos conviene empezar a cambiar ese reflejo desde ya. Nombrar el edadismo es comenzar a desarmarlo. Cuestionarlo es abrir espacio para todas las edades y actuar contra él es asegurar un futuro más justo para todos. Extiendo la invitación para que juntos construyamos una sociedad donde la edad sea celebrada y respetada.
*Embajadora del sello C.A.F.E (Certified Age-Friendly Employer).
@deciertaedad