Hay algo paradójico, por no decir cínico, en la repentina “preocupación” de algunos sectores frente a las presuntas presiones sobre el proceso penal que enfrenta el expresidente Álvaro Uribe Vélez. Justo ahora, cuando se acerca una decisión definitiva, surgen voces alarmadas por la supuesta injerencia en la independencia judicial. Lo curioso es que esas mismas voces han presionado al sistema de justicia durante años, exigiendo una condena a toda costa.

Este no es el primer juicio mediático, los que hemos vivido el derecho penal sabemos el poder que tienen los medios de comunicación y ahora, las redes sociales en los procesos judiciales.

No obstante, resulta irónico que quienes por años han presionado para obtener una injusta y poco soportada condena contra Álvaro Uribe Vélez, ahora se escandalicen por lo que describen como una presión mediática sobre la honorable jueza del caso.

En realidad, lo que hay es un debate abierto, legítimo y público, como ha sido todo este proceso desde su inicio. Un juicio que ha sido más mediático que jurídico, donde todos han opinado desde diversas plataformas y que, sin duda, ha marcado un hito en nuestro país.

Recordemos que este es un juicio en derecho, por la supuesta manipulación de testigos que no existió y que la fiscalía de ninguna manera probó. Una imputación basada en conjeturas, sobre la cual la defensa ha demostrado, con pruebas y bajo los principios del debido proceso, que no hubo delito alguno y que incluso, la misma fiscalía como institución no creyó en este caso y solicitó su preclusión en dos ocasiones e incluso, el ministerio público solicitó la absolución.

Lo que sí ha existido es una campaña sistemática para desacreditar políticamente al acusado, utilizando el poder simbólico del aparato judicial como herramienta de castigo, como si por tratarse de un expresidente él no tuviera derecho a la presunción de inocencia.

Lo cierto es que, en derecho, hay espacio para una decisión absolutoria sin escándalo. Y que por supuesto, la respetada jueza decida sin miedo, sin presiones, ni de un lado ni del otro.

Ahora, no podemos perder de vista que el país está más dividido que nunca por un odio político que, tristemente, ha sido alimentado desde las más altas esferas de poder. Un discurso de polarización que ha distorsionado la noción misma de justicia: ya no importa el proceso, sino a quién beneficia o perjudica.

Por eso, cualquier decisión que se tome en este caso, sea absolutoria o condenatoria, tendrá, inevitablemente, una lectura política. Y sin duda, marcará la agenda de cara al 2026.

@CancinoAbog