Los debates sobre el desarrollo regional en Colombia suelen estar cargados de argumentos comunes: que “falta más inversión” o que “todo se decide desde el centro”. Sin embargo, más allá de estos diagnósticos reiterados, emergen nuevas formas de entender el desarrollo territorial. Así quedó demostrado en el reciente evento de la Ocde en Barranquilla, que reunió a expertos como Andrés Rodríguez-Pose y Xavier Sala i Martín.
Rodríguez-Pose planteó un argumento fundamental: el desarrollo no es solo una cuestión de políticas macroeconómicas, sino de instituciones, capacidades locales y conexión con los territorios. En su análisis, las políticas centradas únicamente en “proyectos ancla” o grandes infraestructuras —sin articulación con las realidades sociales y económicas locales— pueden acentuar desigualdades y generar frustración.
Sala i Martín, por su parte, enfatizó que los países que han logrado transitar hacia el bienestar sostenido han apostado por la educación, la innovación y la movilidad social. Desmintió la idea de que el crecimiento económico basta para reducir la pobreza. En su visión, las ciudades intermedias pueden ser motores de transformación si se invierte en su capital humano, se fomenta la apertura a mercados globales y se consolidan ecosistemas productivos.
Para Colombia, estos mensajes tienen profundas implicaciones. En primer lugar, se requiere un giro estratégico hacia políticas públicas diferenciadas, que reconozcan la diversidad institucional, social y económica de los territorios. Esto implica planificar desde lo local, fortalecer la gobernanza multinivel y promover alianzas entre actores públicos y privados.
Segundo, es necesario crear un entorno propicio para el desarrollo endógeno. Las regiones no deben ser vistas como receptoras de recursos, sino como generadoras de soluciones, conocimiento y oportunidades. Esto requiere invertir en educación técnica y superior, así como en sistemas de innovación articulados con las cadenas productivas regionales.
Y tercero, poner la inclusión en el centro. Sin oportunidades para jóvenes, mujeres y grupos históricamente excluidos, no habrá desarrollo verdadero. La inversión social, la política económica y la planificación urbana deben tener un enfoque territorial y de equidad.
El reto, entonces, no es solo cerrar brechas, sino rediseñar la arquitectura del desarrollo desde una lógica más distribuida, participativa y basada en capacidades. Las regiones no son sinónimo de rezago: son el motor del futuro de Colombia. Porque cuando las regiones prosperan, el país entero se transforma.
*Directora Ejecutiva de Fundesarrollo