En Colombia, construir no es solo levantar un edificio, una vía, un puente, una urbanización. Es también cimentar confianza, seguridad jurídica y rigor técnico. Cuando esa base se debilita con desinformación, los costos los paga toda la sociedad.
La infraestructura no es un asunto técnico: es profundamente humano. Donde llega una calle, llega el comercio, la educación, la salud, la recreación. Se siembra un mejor presente y un futuro más promisorio. Y cuando se ofrece vivienda digna, se fortalece la cohesión social. Por eso, detrás de cada proyecto hay inversión, planeación, múltiples evaluaciones, y, sobre todo, confianza.
La Confianza es hoy uno de los activos más sensibles. No solo se ve afectada por incertidumbres presupuestarias o cuellos de botella normativos. También se erosiona cuando proliferan narrativas sin sustento, construidas sobre afirmaciones falsas, omisiones selectivas o juicios de valor sin evidencia.
Lo más preocupante es que esas afirmaciones ya han sido desvirtuadas reiteradamente, con argumentos técnicos y jurídicos, por las autoridades competentes: corporaciones ambientales, entes de control, prestadores de servicios públicos, y planes aprobados conforme a la ley. Y, sin embargo, el ciclo de la desinformación se repite, como si el debate no necesitará pruebas, sino solo volumen. Repetir y repetir mentiras hasta que muchos la asumen como verdad.
El efecto no es menor. Se mina la legitimidad de los proyectos, se pone en entredicho la labor de servidores públicos y técnicos calificados, y se transmite un mensaje de inseguridad que espanta la inversión y frena las soluciones que miles de familias esperan.
El país, la región y la ciudad necesitan debate. Pero ese debate debe construirse sobre hechos verificables, no sobre sospechas amplificadas. Porque cuando se debilita la confianza en quienes construyen y en quienes aprueban, se frena no solo la infraestructura, sino el progreso mismo.
* Director ejecutivo CCI Norte