Estamos todos de acuerdo en que el país atraviesa un momento decisivo para su futuro, y que cada uno debería desplegar su mejor desempeño para construir un porvenir. Esta situación nos obliga a proponer, con ilusión y optimismo, modelos y formas de mejora para una Colombia que, hay que reconocerlo, antes del 7 de agosto de 2022 ya tenía muchas tareas pendientes por resolver. También arrastraba problemas agravados por la falta de determinación para enfrentarlos: el narcotráfico, las vías de hecho, la inseguridad y la impunidad, entre otros.

Precisamente, ese contexto llevó al país a buscar una alternativa que la mitad de los colombianos nunca compartimos, pero que resultó vencedora en las últimas elecciones presidenciales. En ese momento, algunos tomamos dos decisiones de inmediato: aceptar el triunfo de Gustavo Petro y asumir una ruta opositora basada en el respeto, los argumentos y, en lo posible, propuestas frente a nuestras diferencias.

Durante el gobierno, el país ha sido testigo de todo tipo de escándalos, desórdenes, malos indicadores, proyecciones negativas, tragedias y, en resumen, dificultades generales para el ciudadano. Frente a cada uno de esos episodios, hemos intentado explicar, resaltar y sobre todo evitar que esos tropiezos afecten aún más a la nación.

Desafortunadamente, en ese esfuerzo, a veces hemos logrado cosas y otras no.

En todo caso, no podemos seguir solamente reaccionando a lo que hace o dice Petro. Hacerle oposición de manera convencional a este gobierno es quedar atrapado en ese mismo caos.

Es imposible responderle a un Presidente que, en el mismo discurso en el que sanciona una mala Ley laboral, propone revivir Telecom, contrademandar a la defensa de Miguel Uribe, convertir a Colombia en el centro del mundo y hasta modificar el Festival Vallenato. Responder a ese caos nos arrastra al mismo nivel de desorden. Y lo mismo le pasa hoy a la opinión pública.

Por eso, desde este corazón tricolor, les hago una invitación: construyamos una agenda de país con propuestas, sin la confusión en la que nos quiere mantener Petro.

Un modelo de país que sea seguro, donde la Fuerza Pública se abrace con la ciudadanía para combatir el crimen.

Un país donde los impuestos se inviertan bien, con un estado eficiente que reduzca su gasto innecesario. Un país donde los programas sociales sean la mano amiga que impulse al ciudadano vulnerable a volar por si mismo y no lo condene a la dependencia eterna de subsidios que necesitan cambiar su enfoque. Un modelo de país donde nuestros hijos vean cumplir la ley y sancionar al que no lo hace.

Este país, que es el que está esperando la ciudadanía tampoco se puede permitir negar la realidad y el gobierno que hoy se vive; pero no dejarnos absorber por ellos. Ese es el país que está esperando la ciudadanía y no podemos caer en distracciones. No se trata de desconocer al gobierno, sino de evitar que el ruido que genera Petro todos los días con sus interminables discursos y trinos nos impida concentrarnos en las soluciones que urgen. Sin egoísmos e incluyendo generosamente a todos los que quieran trabajar en resolver las tareas importantes y no desgastarnos respondiendo a un desorden que termina contagiándonos.

Mucha fuerza, que como dice Miguel: Colombia tiene futuro.