La conversación es el reto permanente de la razón si la discusión es el camino ofrecido por las diferencias: El acuerdo es el destino de las alianzas. Dividir suele ser la operación superior de la resta y multiplicar debe ser el objetivo final de lo que quiere sumar. ¿Sabemos debatir sin ofender? ¿Recurrimos a la agresión cuando se acaban los argumentos?

Entre aprobar y oponerse hay un abismo lleno de incertidumbres, peligros, esperanzas, expectativas, deseos e ideales. La decisión favorable es aquella que logra superar el reduccionismo del sí o el no. Es el potencial de ver mucho más allá entre el rechazo y la aceptación. Consiste en valorar el sentido, el significado y las potenciales causas, desequilibrios o consecuencias. No es simplemente elegir entre cambiar o conservar.

Resistir lo común priorizando el individualismo es una forma convencional de justificar la egolatría. La pretensión de originalidad es una aspiración irrealista si su fundamento es desconocer el contexto, la cultura, los valores y la identidad colectiva.

Ser auténtico no implica profundizar la rareza olvidando los rasgos característicos del origen. Conocerse a sí mismo supone reconocer la familia, la comunidad y la sociedad.

Cada vez que estamos frente al dilema de la afirmación o la negación sacamos la calculadora que tiene la verdad para explorar las ventajas o pérdidas que puede provocar una negociación. Si optamos por acompañar una propuesta, el entusiasmo agita el deseo de éxito desconociendo muchas veces la probabilidad de la derrota. Y si preferimos resistir, oponernos o rechazar, aparece la protesta.

Ese grito que reclama atención, consideración, respuesta o reconocimiento ha sido arma, recurso, derecho, prioridad y muchas veces también sirve de excusa para proclamar lo injustificable. Especialmente cuando las razones son muy inferiores a los beneficios. Pero, si no hay otra forma de que se reconozcan los motivos, es el momento de levantar la voz y resistir, negándolo todo.

La protesta es el signo evidente de la incapacidad conciliadora del liderazgo. Tanto de quién la propone o defiende cómo de quién la cuestiona o rechaza.

La Protestaneidad es el reclamo, rechazo, negación o manifestación de la opinión de un individuo o grupo de personas exigiendo consideración, atención o respuesta favorable a sus argumentos, sin valorar o considerar las causas, motivos, intenciones y propósitos de las decisiones o acciones qué no le favorecen.

Es el descontrol de la negación en la época del desinterés: El núcleo ruin de la polarización. Un síntoma. ¿Sabes que es la Protestaneidad?

@JulioCesarHT