Ante la creciente imprevisibilidad de las relaciones comerciales con Estados Unidos, Colombia —al igual que muchos otros países— deberá diseñar estrategias que le permitan diversificar sus mercados de exportación. Si bien China se perfila como el segundo socio comercial más atractivo a nivel global, el fortalecimiento de las relaciones bilaterales no requería necesariamente la adhesión de Colombia a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (en adelante, BRI).
Aunque esta adhesión no implica obligaciones internacionales, como sí lo haría un tratado bilateral, sí conlleva implicaciones políticas que pueden deteriorar la ya frágil relación entre los gobiernos de Colombia y Estados Unidos. De hecho, la respuesta estadounidense no se hizo esperar: el gobierno norteamericano advirtió que “vetará” proyectos recientes y futuros financiados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Colombia si son ejecutados por empresas estatales chinas.
Si bien el sistema de gobernanza del BID no contempla un derecho formal de veto para Estados Unidos, su influencia en las decisiones es significativa: aporta cerca del 30 % de los fondos de este organismo multilateral, lo que lo convierte en el mayor contribuyente. Conviene recordar que Estados Unidos ha sido históricamente el mayor cooperante de Colombia, así como su principal socio comercial. A lo largo de los años, el país ha recibido cuantiosos fondos de cooperación estadounidense, convirtiéndose en el mayor beneficiario del hemisferio.
Frente al accionar temerario del expresidente Donald Trump y la volatilidad de la relación bilateral, Colombia debe prepararse para ampliar sus mercados y fortalecer su política de comercio exterior. No obstante, la adhesión al BRI no era estrictamente necesaria para profundizar los vínculos con China. Brasil es un claro ejemplo: sin formar parte de la iniciativa, China se ha convertido en su principal socio comercial, con una participación del 30 % en sus exportaciones. Colombia habría podido seguir una estrategia similar, sin enviar un mensaje político que inevitablemente generaría resistencias en Washington, y evitando además reforzar una dependencia económica tan vulnerable a los vaivenes del liderazgo estadounidense.
El BRI constituye una de las principales estrategias geopolíticas de China. Varios países latinoamericanos —entre ellos Panamá, Perú, Ecuador, Argentina y Chile— se han adherido y han logrado desarrollar importantes proyectos de infraestructura con financiación de fondos chinos. Colombia, si bien podría beneficiarse de esta iniciativa, deberá actuar con extrema prudencia y transparencia. No solo para evitar un mayor deterioro en su relación con Estados Unidos, sino también para asegurarse de que los préstamos que reciba no impliquen tasas de interés elevadas ni condiciones desventajosas, como ha ocurrido en otros escenarios internacionales con financiamiento chino.
@tatidangond