El ocaso de un período determinado es su etapa final, cuando los acontecimientos más importantes ya han sucedido . ¿Me estoy haciendo viejo? ¿Estoy en el ocaso de mi vida?
A algunos les llega muy temprano la muerte infantil. Otros permanecemos más tiempo y algunos superan los promedios de la vida.
Los ejemplos que hemos vivido, van de aquel o aquellos que pasaron los 100 años hasta los que se han ido en la adolescencia y un grupo que permanece alcanzando los promedios que en los hombres para el 2025 están en Colombia y alrededor de los 77,6 años en hombres y 80,3 en mujeres, aproximadamente tres años más que los hombres.
¿Para qué sirve conocer estos promedios? Para saber que todo tiene su final, para hacer en este recorrido lo mejor que podamos.
He reflexionado intensamente, al ver fallecer niños ancianos y de todas las etapas de la vida y aunque es un tema que preferentemente evadimos que produce tristeza, preocupación y depresión debemos aceptarlo como toda realidad. Tratar de conseguir una vida eterna ha sido desde la antigüedad ha sido para muchos un logro que no ha sido conseguido por nadie. En los casos de muerte súbita el ocaso es fugaz y la vida se va como un relámpago que llega.
Personajes o personas cercanas cuya trayectoria hemos acompañado, dejan impactos inolvidables sobre los demás que hemos visto con mayor o menor repercusión de acuerdo a lo que nos lograron transmitir y fijar con sus actuaciones principalmente, pero también con lo que sin conocerlos personalmente nos comunicaron a través de la comunicación verbal o escrita.
La reflexión actual más importante sin olvidar las enseñanzas de muchas personas, para mí, respetando la de los demás, es la del Papa Francisco. Comentado por muchos, el ocaso de su vida nos ha dejado grandes enseñanzas. En medio de sus severas alteraciones físicas, la dificultad cada vez mayor para comunicarse, nos dejó un legado universal. El reconocimiento y dolor por la pobreza, las guerras fratricidas imparables, los crímenes aberrantes, las grandes desigualdades e inequidades sin cercanas posibilidades para detener su crecimiento. Su lucha frustrada, de mejorar las malas condiciones, en donde, la distancia de la riqueza cada día es mayor, no lo dejó bajar tranquilo al sepulcro, como Bolívar en Santa Marta, al dejar sin terminar sus pensamientos y sus luchas, sin concretar su mayor anhelo, un país unido por los principios de libertad, orden y paz.
¿Qué estarán pensando nuestros líderes y padres de la Patria?, cuando sus ejemplos no son sino insultos que vienen y van, destapándose cada vez más sus grandes errores. ¿Qué pensarán los alzados en armas cuando las matanzas no parecen tener fin? ¿Y qué pensamos nosotros o cada uno, creyendo que el ocaso nunca llegará?
El destino que cada uno se forja, cambia, sin imaginarnos los grandes obstáculos que debemos vencer para tratar de conseguir nuestros ideales. La despedida del papa Francisco fue contundente, “recen por mí”. Ese, que hizo santos a personas, también cometió errores. Su ocaso fue prolongado, caminaba lento y casi no podía hablar, pero pensaba mejor, llevaba el sufrimiento por dentro y a todos daba una sonrisa, a pesar de que su cuerpo estaba débil, su mente estaba fuerte, con la firme convicción de que solamente Dios, puede resolver los grandes problemas terrenales, siempre y cuando, pongamos todos nuestros esfuerzos.