Hoy es un día para celebrar a las madres: a las madres cuidadoras, a las madres cabeza de familia, a las madres adoptantes, a las de crianza, a las que han perdido un hijo, a las abuelas y a las tías que también han hecho las veces de madres para muchos. Es un día para reconocer las maternidades diversas, entendiendo la maternidad como un vínculo de amor más allá del registro civil o de la configuración familiar. Conmemorar el Día de la Madre, más allá de los regalos y las atenciones, debe ser también una oportunidad para reflexionar sobre cómo reconocer, con acciones tanto públicas como privadas, el esfuerzo que implica ser madre en Colombia.

En el país hay más de 12 millones de madres solteras, en zonas urbanas y rurales, que enfrentan una triple carga: la del cuidado, la emocional y la económica. Un verdadero regalo para ellas sería reconocer el peso social y cultural que implica ser madre, y trabajar para que ese peso no recaiga exclusivamente sobre la figura materna. Aún persiste la idea de la madre abnegada, que debe anteponer siempre la vida familiar, criar hijos “buenos”, ser amorosa pero también estricta. El catálogo de expectativas que define lo que significa ser madre en Colombia es extenso. Y aunque maternar puede ser una de las experiencias más hermosas que muchas mujeres deseen vivir, no debería estar acompañada de un sinfín de exigencias familiares que generan frustración y, en muchos casos, sufrimiento.

Este peso social ha sido, como señalé en una columna reciente, una de las razones por las que las tasas de natalidad han disminuido de forma ostensible en el país. Si aspiramos a una sociedad más equitativa, empecemos por preguntarnos qué estamos haciendo —como familias, empresas, gobiernos y ciudadanía— para que maternar no sea sinónimo de renuncia o sacrificio permanente.

En este día también es importante visibilizar el dolor y la ausencia que viven muchas mujeres que anhelan ser madres y que, por distintas razones, no han podido serlo. Para ellas, estas celebraciones no siempre son fáciles y suelen reavivar sentimientos profundos que, con frecuencia, son ignorados por las familias y la sociedad.

En este Día de la Madre, regalemos algo más que flores o frases bonitas: regalemos una mirada más justa. Una que reconozca que amar no es suficiente si no va acompañado de apoyo real, condiciones dignas y reconocimiento concreto, tanto en lo público como en lo privado. Porque las madres no lo pueden —ni deben— todo. No se trata solo de celebrar su entrega, sino de comprometernos con una sociedad donde ser madre no implique renuncias silenciosas, ni expectativas imposibles, ni sacrificios invisibles.

Para todas las madres, un feliz día.

Para la mía: gracias por ser el punto de partida, el apoyo constante y el refugio seguro.

@tatidangond