Estamos en un momento decisivo para Colombia. El Gobierno propone una consulta popular, supuestamente para resolver el bloqueo entre Ejecutivo y Congreso tras el hundimiento de la reforma laboral, para que “el pueblo decida”. Como si el Congreso no fuera ya la representación del pueblo. Pero lo más delicado, es que esta consulta es una jugada engañosa, que pone al Legislativo en una encrucijada ofreciéndole una manzana envenenada con la que difícilmente sale bien parado.
Es cierto que históricamente el Congreso y empresarios han fallado en resolver temas laborales urgentes. No podemos desconocer que los trabajadores de plataformas merecen mejores condiciones, y que se necesitan nivelar las horas extras y los recargos, por eso es urgente que el Congreso actúe rápido y vote las mini reformas radicadas por el Partido Liberal y parte de la bancada Verde, que incluyen esos puntos clave y así empezar a saldar esa deuda histórica con los trabajadores.
Pero, cuando uno ve que el camino institucional está abierto, insistir de forma tan vehemente en una consulta popular demuestra que no se busca resolver el problema laboral, sino aprovechar una coyuntura para encender motores políticos y polarizar al país. No es coincidencia que, de las doce preguntas planteadas, solo cuatro no estén ya legisladas o listas para tramitarse por decreto, como explicó la representante Catherine Juvinao.
Hay que ver esta movida por lo que es: una jugadita. La consulta no destraba el debate, lo politiza. Petro sabe que no tiene mayorías en el Congreso, pero también que muchos congresistas, presionados, podrían caer en la tentación de permitir una consulta que, en el fondo, solo le sirve a él para reorganizar al petrismo detrás de banderas poderosas.
El Congreso no la tiene fácil y por eso necesita nuestro respaldo. Si permite la consulta, Petro se blindará de un supuesto respaldo popular y, así pierda la consulta, tendrá seis millones de votos listos para la primera vuelta de 2026. Si no la aprueban, Petro acusará al “establecimiento” y llamará a una huelga general como declaró en su discurso el 1 de mayo. ¿Vale la pena asumir el riesgo como sociedad de seguir dividiéndonos por cuatro preguntas, cuando solo el 37% de los trabajadores son formales y apenas el 5% están sindicalizados?
Yo siempre preferiría la unión, ya que la consulta no es más que una bomba política que el Congreso debe desactivar. Que haya injusticias laborales, nadie lo niega, pero esas deudas no justifican abrir un abismo entre familias, amigos y colegas. Que no sea la supuesta democracia la que termine polarizándonos aún más. Esa manzana no puede separarnos jamás, no la cojamos, está envenenada.
@miguelvergarac