P: Hace poco oí la palabra omertà. ¿Qué es eso? Pacho H., B/quilla.
R.: La omertà es una norma no escrita que exige lealtad a miembros de la mafia italiana, de modo que cuando alguno de ellos vulnere la ley esté amparado por un mutismo absoluto. Quizá sea voz de origen siciliano, derivada de humilitas (humildad), que con el tiempo se transformó en umirtà y luego en omertà. Se relaciona con humildad porque esos miembros deben obedecer con sumisión las reglas establecidas. Otros dicen que viene de homo (hombre), y entonces significa carácter de hombre viril y de honor, pues callar frente al crimen se juzga como virtud caballerosa, por lo cual no debe haber delación y nadie debe ser testigo de nada. El equivalente de omertà en español es ley del silencio.
P.: Origen y significado de los conceptos quinta columna y quintacolumnista. ¿Esta última es voz militar? ¿Es igual a esquirol? José A. Moreno A., Quito.
R.: Quinta columna son los miembros de una causa nacional o política, organizados y comprometidos, que por lances de un conflicto se encuentran en territorio enemigo, desde donde pueden atacar blancos previamente elegidos. La expresión se originó en 1936 a raíz de una frase del general Luis Mola, rival de Franco en la guerra civil española, a quien cuando le indagaron sobre su idea de conquistar Madrid dijo que ya tenía cinco columnas. Luego de mencionar cuatro, dijo que la quinta estaba escondida en el propio Madrid, con integrantes que se agruparían y atacarían al Gobierno republicano en cuanto llegara la ocasión. Quintacolumnista es el integrante de una quinta columna. Esquiroles son obreros no vinculados a una factoría, que reemplazan a los que sí lo están, pero que se han declarado en huelga.
P.: Hoy se habla de prepagos, pero en los sesenta hablábamos de numeritos. ¿De dónde surgió este último vocablo? J. G., B/quilla.
R.: Prepagos y numeritos son diferentes. Las primeras cobran por un servicio sexual, y las segundas, que abundaban en décadas pasadas, solo percibían dinero por largueza del ‘galán’ de turno. A estas, que eran aventureras y de una extracción social modesta, en ocasiones, a cambio de sexo les bastaba con treparse a un carro valioso, un rato en una discoteca o acaso algún regalo. La voz numerito surgió hace muchos años en Barranquilla en una época de Carnaval. Entonces el disfraz de monocuco o capuchón era ideal para que las personas infieles no fueran reconocidas o para que mujeres, dispuestas a todo, hacia el final del baile partieran con una pareja casual, aunque algunos se valían de él para robar, colarse en las fiestas o cometer picardías o delitos graves. Como esas infracciones crecían, para reglamentar el uso de los disfraces las autoridades idearon el pago de un tributo a cambio de una placa en la que figuraba un número (y de ahí numerito) que correspondía a una identidad registrada en una oficina de la Alcaldía, donde también se hacía el pago.
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