El estado depresivo, en primera instancia debe ser visto como la respuesta del ser humano a situaciones que pueden ser extrínsecas, intrínsecas o ambas, es decir, como una reacción normal y adaptativa. Esta se convierte en patológica cuando la intensidad de la reacción es desproporcionada en relación a la situación que la provoca, o porque lo inhabilita para responder a las exigencias del mundo externo.

Entender la situación, concita a retomar el concepto de salud (OMS, 2003), entendida como el estado de equilibrio entre los componentes biológicos, psicológicos, sociales y espirituales (espirituales diferentes a religiosos), es decir, que cualquier aspecto que genere desequilibrios entre ellos, actúa como coadyuvante en los estados depresivos (en este caso), o de cualquier otro trastorno.

Se entiende como estado depresivo aquel tono afectivo disminuido que puede llegar a interferir con el normal desarrollo de la relación y adaptación del ser humano con su entorno en la cotidianidad.

En general, la depresión puede ubicarse en los siguientes ámbitos (que muchas veces interactúan):

1- Depresión Reactiva: Se da como respuesta a eventos externos que afectan la estabilidad del ser humano. Ejemplos de ella, son la muerte de ser querido, perdida de la pareja, pérdida económica, perdida académica, separación del seno familiar. Un aspecto a considerar, es la relatividad del fenómeno que impacta, pues, mientras que para una persona la perdida de la mascota representa el fin del mundo, para otra puede que tenga un sentido menos trascendental.

2- Depresión Endógena: Tiene un carácter biológico y explicado usualmente a partir de fallos en los neurotransmisores, implicándose sustancias como la serotonina, la Mao, entre otros. Externamente carece de acontecimientos que se correlaciones.

3- Depresión Noogena: También llamada depresión espiritual. Es un estado caracterizado por “sensación de falta de sentido en el futuro, trayendo consigo una falta de respuesta en el presente” (Frank, V. 2003), es decir, que en este caso la forma más clara de prevención es la construcción del proyecto de vida.

Hay algunos aspectos que actúan especialmente en las depresiones reactivas y /o noogenas, a saber:

1- Cultura culpabilizante: El arraigo a tradiciones que generan una dinámica de hetero regulación, es decir, un control externo de los comportamientos e incluso el intento de “controlarlos” los pensamientos y sentimientos a través de una fuente externa, sin que se tenga consciencia de ello. Usualmente asociado a una concepción de un dios punitivo que todo lo controla y castiga, con lo cual se niega el libre albedrío.

2- Aspectos que lesionan la afectividad y muy especialmente lo que tiene que ver con la autoestima, autovaloración, auto concepto, autoimagen entre otros. Es frecuente, hacer comparaciones sin tener en cuenta lo relacionado a las características individuales.

3- Trivializar los estados de tristeza. Generalmente, un estado afectivo bajo es la expresión de que algo anda mal, pero en nuestro medio se le buscan salidas poco convenientes, como las adicciones a las drogas, e incluso a actividades que socialmente son aceptadas como es el consumo de alcohol o sencillamente poner en práctica la “receta” muy común de olvídate de eso.

No se puede obviar los llamados mecanismos de defensa que el yo pone en funcionamiento para conservar el equilibrio. Por ejemplo la negación. “No tengo nada, todo está bien, estoy más contento que nunca”.

* Psicólogo, Ph D en Ciencias de la Educación; investigador Universidad Simón Bolívar.