“He vivido del arte, he vivido del amor,
¡nunca le he hecho mal a nadie...!
Con mano furtiva
cuantas miserias he conocido,
he socorrido...
...y he dado mi canto a las estrellas,
que brillaban tan radiantes.
En la hora del dolor, ¿por qué,
por qué Señor, por qué
me pagas de esta manera?”
Ninguna mujer puede quedar indiferente ante esta bella aria de Tosca, cuando ella se enfrenta al soborno del jefe de la policía, quien le pide se entregue a él, a cambio de no matar a su gran amor, quien está acusado de rebeldía.
Unos momentos antes, pensando, no en la seducción, sino en la violación, Scarpia canta:
“Sabe mejor la conquista violenta
que el melifluo consentimiento...
¡Deseo ardientemente!
La cosa deseada persigo,
me sacio, la tiro
y vuelvo a una nueva presa....”
Ninguna mujer pensante puede ver esta ópera que acabamos de ver presentada por la Metropolitan Opera en Cineco Alternativo- bálsamo para nuestros sentidos barranquilleros casi sin alternativas culturales aparte del carnaval- sin que se le parezcan obvias las comparaciones con Harvey Weinstein o con cualquiera de los hombres que sustentan todo tipo de poder que aprovechan para acceder a mujeres que no les aman, pero que se ven en la disyuntiva de aceptar sus diferentes formas de violencia.
No es necesario el “melifluo consentimiento”, porque la “violenta conquista” coloca una bandetilla en el lomo del toro derrotado, ese que fue llevado, sin salida, al ruedo.
Tosca, originalmente una pieza teatral estrenada en París en 1887 con Sarah Bernhardt en el rol protagónico y luego convertida finalmente en ópera por Puccini (1899) ha sido siempre muy popular.
Pero verla ahora, con los ojos y oídos permeados por las mujeres que se han atrevido a sacar a la luz los abusos a los que se han visto abocadas, es revelador. Como decía una persona que estaba sentada cerca, “esto siempre ha sido así”.
Pero ese “siempre así”, es precisamente donde reside el problema. La naturalización de las conductas abusivas o nocivas para otros seres humanos o para con el planeta, porque tengan una historia recurrente, no se convierten en correctas.
Es muy empoderador ver a la protagonista de esta ópera tomar un cuchillo y matar a quien la acosa. Hoy en día, algo parecido está sucediendo: muchos abusadores están siendo cadáveres simbólicos que yacen en la escena global.
Su muerte será llevada a cabo de la misma forma como la revolución pacífica más importante de todos los tiempos, el feminismo: a través del cambio de mentalidad, de actitud.
La constancia de decir las cosas como son, el no ocultar las verdades por miedo, el salir a la luz con el dolor, serán las armas contundentes.
Así, Tosca no tendrá que morir saltando al vacío. Todas tendríamos que aprender a dar la puñalada virtual que corte la costumbre de acceder al cuerpo femenino, solamente porque se puede, mientras repetimos: “Este es el beso de Tosca”.