El 20 de septiembre, la Acdac inició una huelga en contra de Avianca. La razón principal: exigir mejores condiciones laborales. No se ha obtenido ningún tipo de negociación. 700 pilotos se han unido a la protesta, han sido cancelados más de 1.000 vuelos y son miles los pasajeros afectados. La realidad es que el paro suscita varias preguntas. En ciertos sectores de la sociedad se percibe un sin sabor por varias peticiones de los pilotos. ¿Hasta qué punto la huelga es justa o pretenciosa?

Es importante recordar el contexto de Avianca y sus trabajadores. No es el primer contratiempo que enfrenta la empresa con sus empleados. En el año 2003 vivió una crisis que casi los lleva a la quiebra. Para superarla se acogieron al Capítulo 11 –ley de quiebras en Estados Unidos–. En este proceso realizaron una fuerte reestructuración. Despidieron a varios empleados, quitaron beneficios y reformaron salarios. Fue un proceso difícil y de grandes cambios para la compañía.

En 2004, el grupo Synergy, dirigido por Germán Efromovich, adquirió el 75% de la empresa. Poco a poco empezó a mejorar la situación. Salieron del Capítulo 11 hasta llegar a posicionarse como una de las mejores aerolíneas en América Latina. En el 2013, se unificó la alianza Avianca-Taca impulsando a la compañía. A pesar de superar las vacas flacas, la inconformidad de los empleados siempre estuvo presente.

La nueva alianza parecía traer beneficios para la empresa pero resultados desfavorables para los pilotos, quienes argumentaban haberse sacrificado en épocas de crisis en pro de la compañía. Por ejemplo, en el año 2009 con la llegada de LAN, les solicitaron esfuerzos para afrontar la competencia. Aumentaron las horas de trabajo, aceptaron sueldos menores en comparación con la industria y funciones adicionales que no les correspondían. Una vez más, después de superar los infortunios, les incumplieron y no optimizaron sus condiciones.

Los pilotos han tenido inconformidades desde hace varios años. Avianca ha llegado a acuerdos cosméticos sin solucionar el problema de fondo. Más allá de las peticiones que presentaron –de no enfocar la lucha en puntos claves como el exceso de horas de vuelo, el aumento de salario y pedir beneficios que pueden parecer innecesarios–, el verdadero inconveniente es el conformismo del colombiano. Estamos acostumbrados a salarios bajos y pocos beneficios. Nos parece exagerado que un sindicato realice una lista de peticiones solo porque pertenecemos al tercer mundo. En Colombia, algunas multinacionales pagan sueldos inferiores a los ofrecidos en países vecinos y nos parece absolutamente normal. Este año, varios gremios han estado en paro por las pésimas condiciones laborales. Tanto el sector público como el privado no brindan garantías a sus trabajadores.

Cada lucha es diferente: maestros, científicos, artistas, médicos, pilotos, entre otros. El punto es comprender su situación, ser solidario y aprender a cambiar la mentalidad tercermundista. Exigir condiciones laborales justas no es un lujo, es un derecho fundamental. Protestar es la única voz que tenemos para cambiar el futuro y tener una vida digna.

Los pilotos colaboraron con la empresa en épocas de crisis. Ahora, que Avianca está bien, les hacen conejo y los irrespetan. ¿Quién tiene la razón? Los derechos siempre serán la opción correcta.

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