No se trata de una parodia a la famosa frase de noviembre de 1903 “I took Panamá”, pronunciada por el entonces presidente de los Estados Unidos Theodore Roosevelt, en referencia a la separación de Panamá. Tampoco se refiere a la genial caricatura que hizo de esa frase y de la situación política el dramaturgo boyacense Luis Alberto García, obra teatral que tuve la oportunidad de apreciar a mediados de los 70 en Popayán, donde estudiaba Medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad del Cauca.
Sí tiene que ver con Popayán, pues se trató de un encuentro de exalumnos de esa universidad el pasado fin de semana en Panamá, en el que tuve la oportunidad de compartir con compañeros de estudio de diversos semestres con quienes no me veía desde hace unos 40 años. La emoción fue general, los abrazos cálidos a los amigos que se reconocen más allá del tiempo. Un clima propicio para recordar con alegría aquellos momentos compartidos en el claustro universitario, en el Hospital San José –en el cual nos entrenamos–, y en las calles de esa hermosa ciudad que nos acogió y nos brindó lo mejor que tenía.
Resultó una experiencia gratificante comprobar que todos están muy bien. Me refiero a que siguen siendo aquellas personas inteligentes que conocí, con el mismo sentido del humor, con la misma mística hacia la medicina. Sentido del humor y medicina, mezcla peligrosa para hacer diagnósticos, como el que le hicieron a mi escoliosis en Taboga, donde me tenían a su disposición –estaba en pantaloneta–, para cumplir con el primer paso de la exploración médica, la observación. Al llegar al agua se reían de mí, les pregunté por qué y soltaron la frase que nos hizo desternillar de la risa: “Porque con ese chasis torcido no pasas la revisión técnico mecánica”.
La mística flotó como una gran barca en el círculo que hicimos en el mar para hablar de todo, en un lenguaje bacano en el que disfruté la experiencia de volver a sentir en grupo lo que es una escuela de pensamiento en la que hay una estructura y un método para pensar la medicina, de reconocernos como clínicos que aceptamos la importancia del examen de laboratorio o de la tecnología diagnóstica de punta, pero ningún aparato hace diagnóstico si el clínico no lo dirige.
Fue alentador comprobar, como substrato íntimo de nuestra escuela, el apego simbiótico al principio fundamental del Juramento Hipocrático: No importa cuán jodida esté la salud en Colombia, lo más importante es el paciente. En ese sentido, esta vivencia es un input para recargar baterías y seguir siendo médico a pesar de este sistema de salud.
Debo estos momentos de gozo emocional a la invitación del Dr. Gonzalo González, anfitrión, psiquiatra panameño que estudió con nosotros en Popayán, a quien le concedimos en los pasillos de la universidad la doble nacionalidad por su don de gentes y su bacanería.
Nos vemos en un año, muchá.
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