El bioterrorismo, un arma utilizada desde la antigüedad en las guerras, entre los que se cuentan el acto de catapultar cadáveres infectados al enemigo, incluyendo aquellos con infecciones como la viruela, el tétanos, colera, fiebre amarilla y otros más. En la era moderna, sigue siendo una de las peores armas para acabar con el enemigo. Recordemos aquellos sobres enviados con bacillus anthracis, productor del Ántrax, el cual una vez inhalado produce un daño pulmonar severo y generalización de la infección, la cual, sin tratamiento, lleva irreversiblemente a la muerte. Prohibidas las armas biológicas por la comunidad mundial, sigue siendo utilizada por personas sin alma, que premeditadamente acabaron con seres humanos, muchos no combatientes, sin tener relación con la guerra, madres, niños y un alto porcentaje de población civil, simultáneamente destruyendo infamemente los hospitales para impedir su salvación.
Las víctimas del ataque químico en Siria presentaron “síntomas compatibles con una exposición a un agente neurotóxico como el gas sarín”, afirmó el miércoles la organización internacional Médicos Sin Fronteras (MSF). El reconocido grupo de Médicos Sin Fronteras (MSF), en Siria, pudo examinar a víctimas en el hospital Bab al Hawa, a 100 kilómetros del lugar donde se produjo el ataque que dejó inicialmente 72 muertos, incluyendo 20 niños. En el informe de MSF, ocho pacientes presentaron manifestaciones que incluían pupilas dilatadas, espasmos musculares, temblor generalizado, convulsiones y defecación involuntaria, manifestaciones características de una exposición a los agentes neurotóxicos como el gas sarín o similares, señaló la organización en un comunicado. Cuando la exposición es directa y alta provoca convulsiones, parálisis, pérdida de conciencia y muerte por asfixia en muy poco tiempo. El sarín es un neurotóxico que ataca el sistema nervioso central de la persona que entra en contacto con el gas. Hace
que los impulsos emitidos por el cerebro se sobreexciten, los músculos no se puedan relajar, aparezcan espasmos y un colapso que termina con la muerte por asfixia.
Al ser incoloro e inodoro, en su estado puro, y expandirse por el aire, el gas es muy difícil de ser detectado y hasta cuando no aparecen los síntomas una persona no sabe si fue afectado. Entre las medidas más importantes recomendadas están: quitar rápidamente la ropa, protegerse de una exposición adicional, o contacto de la persona que ayuda, lavar todo el cuerpo con jabón y agua, enjuagar los ojos durante 10-15 minutos si la visión es borrosa. En caso de ingestión, no inducir el vómito ni beber líquidos, y buscar atención médica inmediata.
El Consejo de Seguridad de la ONU mantiene una reunión con carácter urgente, después de que Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos presentaran un proyecto de resolución en el que exigen una investigación exhaustiva del ataque que se produjo en una localidad rebelde en la provincia de Idlib (noroeste de Siria). Este ataque, mostrado en las impactantes imágenes que dejó tantas víctimas, fue confirmado por las autoridades de Turquía mediante la presencia de gas sarín en los cuerpos de las víctimas del supuesto ataque químico.
Se dice que estas acciones criminales motivaron a Donald Trump a ordenar una acción militar contra una base aérea en Siria, la pasada semana. Pero Rusia, firme aliado del gobierno de Bashar al Asad, afirmó que el texto era “categóricamente inaceptable”.
Lo esencial, rechazar el bioterrorismo y castigar a quienes lo utilicen como una actitud universal. Como solución nos queda recordar la lección conmovedora de un niño antes de morir mientras intentaban salvarlo: “Se lo voy a contar todo a Dios”.
alvillan@gmail.com







