Las naciones solían conmemorar sus orígenes con desfiles deportivos, ahora los deportistas deben ser íconos comerciales para tener algo de respeto. Portar una camiseta con una buena marca patrocinadora, salir en los medios de comunicación, ganar medallas que llenen de orgullo a una patria sin orgullos, para que ahí sí, el presidente pronuncie su nombre en público. “Yuberjén”, dirá, como si no le pareciera raro su nombre, como si fueran viejos amigos.

Los deportistas son unos nadie, unos ilusos que van detrás de una victoria sin las menores garantías, unos personajes vehementes, convencidos, pero de andar solitario, de la entrega de todos los días, con los tenis rotos de siempre, con los sueños de siempre, que entrenan preguntándose cómo resolverán el día, cómo comerán, cómo se regresarán a casa.

Hace casi tres décadas Colombia no ganaba una medalla de boxeo en los Olímpicos. Ya brilla una de plata en el pecho de Yuberjén Martínez y hoy, quizá mientras usted lee estas líneas, medio país estará detenido frente a los televisores para sentir la emoción de una medalla de oro. El joven de Chigorodó –Urabá antioqueño–, está dispuesto a ganársela. Se lo propuso. Necesita el dinero para comprarle una casa a su mamá. Es un tema práctico. Resolver una necesidad material. Va más allá del orgullo de ganar la competencia. Esto es la vida de todos los días, lo que se necesita para estar bien, para vivir.

Tirará trompadas con su mejor estilo, así, como lo hacen miles de boxeadores en los coliseos de todos los pueblos olvidados de este país. Pelear para salir de pobres. Pelear para comer. Pelear para vivir. Pelear para ser alguien. Pelear para que alguien importante diga tu nombre y, entonces, tu nombre se vuelva importante.

A Yuberjén lo descubrieron en el Centro de Alto Rendimiento de Apartadó. Le vieron la gracia del buen boxeador y se lo llevaron para la Liga de Antioquia. Le pusieron el ojo. Aún así, no hubo para el tiquete de su entrenador, Abelardo Parra. No lo llevaron a Río de Janeiro. Contrasta con la invitación que al parecer sí le hizo el Comité Olímpico a la gobernadora del Valle del Cauca, Dilian Francisca Toro, que aparece en varias fotos acreditada como parte de la delegación colombiana. Es más importante gastar recursos en comités de aplausos que en reforzar las condiciones de los deportistas con la presencia de sus entrenadores. Eso vendrá después. Primero tendrá que volverse “famoso”, luego habrá recursos para llevarle a su entrenador. Nunca será fácil, pero al menos será posible. Antes, nada.

Algunas veces salía de los entrenamientos a trabajar en las bananeras. Resolver lo inmediato. Cortar bananos, cargarlos, hacer el trabajo pesado. Yuberjén está hecho a punta de lucha. Sacrificios por fuera del ring. Sabe pelearse en la vida, como muchos. Hoy pasará a la historia, de una u otra forma. Aún así nada es garantía. Como no es garantía para los otros, los que siguen allí, los muchachos en todos los cuadriláteros de todos los rincones de este país, desconocidos, sin nombre, sin nada.

javierortizcass@yahoo.com